Lo que hoy llamamos «grupo del 27» o «generación del 27» se denominó entonces la «joven literatura» o «nueva literatura». Sus representantes tuvieron conciencia de su singularidad estética y fueron reconocidos por otros como componentes de la «joven literatura». Para Giménez Caballero, en 1928 esa literatura era anti-romántica, anti-casticista y anti-retórica, pro-cinema y pro-alegría, y sus instrumentos principales eran el concepto y la metáfora.