Muchos interlocutores del institucionismo en el extranjero mantuvieron después de la Primera Guerra Mundial una posición militante a favor de la cooperación entre las naciones y en contra del clima belicista. En esos años se estaba concitando un movimiento en favor de la solidaridad internacional, que fructificó con proyectos como la Sociedad de Naciones, fundada en 1919 y en la que cumplió una labor destacada el diplomático español Salvador de Madariaga.
Posteriormente, en el desarrollo de uno de los organismos de la Sociedad, el Comité Internacional de Cooperación Intelectual, participaron activamente Jiménez Fraud y Castillejo. Este Comité organizó un congreso en la Residencia de Estudiantes y celebró en su recién inaugurado Auditórium, en mayo de 1933, una sesión, presidida por Marie Curie, en torno al tema «El porvenir de la cultura», debatido con el rigor y la altura que cabía esperar de un grupo tan destacado de intelectuales, artistas y científicos, entre los que cabe citar al europeísta conde de Keyserling y los activistas H. G. Wells o Keynes.
José María Sert y Badía, Boceto para el mural del techo de la sala del Consejo del Palacio de la Sociedad de Naciones en Ginebra, hacia 1935-1936.