Jeune fille buvant une citronade [Muchacha bebiendo una limonada] (1934) Óleo sobre lienzo, 73 x 60 cm. Colección particular.
A finales de 1930, Bores descubrió la luz de la Provenza gracias a una estancia en Grasse. «Me sentí subyugado por la luz, por los frutos, por las mujeres de aquella región y me puse de nuevo a pintar paisajes y figuras tratando de restituir en mis cuadros la extraordinaria luminosidad del mundo. Recobré así la lección de los impresionistas», escribió el artista sobre este momento, una etapa a la que se refirió como «pintura-fruta». Bores vuelve de nuevo a pintar paisajes y figuras, tratando de restituir en sus obras la extraordinaria luminosidad del mundo. A partir de 1934 se abrió un largo periodo que duró más de quince años y que significó el retorno a las escenas de interiores. Los años treinta fueron un momento de diversidad y de búsqueda, pero también de hallazgos para Bores, quizás los más heterogéneos de su trayectoria. Pasó a una temática familiar, llena de sosiego y equilibrio en la que, sin perder sensualidad, la vertiente intimista le hizo decantarse hacia un ambiente de delicado lirismo. Nunca como hasta ahora su obra se había centrado en paisajes de su vida íntima, familiar y cotidiana.
Les fruits rouges [Las frutas rojas] (1967) Óleo sobre lienzo, 73 x 92 cm. Colección particular.
Al final de los años cuarenta y el comienzo de los cincuenta tuvo lugar un cambio estilístico que Bores denominó «la manera blanca», pues la luz inundó sus telas con un océano de claridad, afinando en sutiles matices su gama cromática y depurando, aún más, su sentido de la composición. La suculencia de las formas y la alegría del color fueron los elementos más aparentes de su obra, sin que el mayor o menor anclaje en la realidad tuviera una verdadera trascendencia, porque, en Bores, los límites entre el realismo y la abstracción fueron siempre poco estrictos y muy personales. Parecía una manera de cerrar el ciclo de su obra, de retomar problemas que ya se había planteado a su llegada a París. La variante monocromática fluctúa en los blancos, ocres, azules o distintos matices de verdes. Son naturalezas muertas pobladas de cacharros, floreros o fruteros con un marcado carácter evocador. Bores depura al máximo los recursos expresivos en favor de un mayor grado de plasticidad, mientras que el contraste de valores cromáticos es capaz de crear una sensación de espacialidad.