El crítico y escritor recibe hoy el Premio Internacional Cataluña.
«Si el arte poético tiene sus santos, Luis Cernuda debe figurar entre ellos». Palabras de Harold Bloom, maestro de la crítica literaria, que ayer canonizaba al poeta al abrir un encuentro internacional en el centenario de su nacimiento. Bloom hablaba en la Residencia de Estudiantes desde Barcelona, donde hoy recibe el Premio Internacional Cataluña.
Harold Bloom entiende que Cernuda puede ser visto más como un poeta romántico inglés que como un continuador del cante andaluz. Terco, reacio a aceptar cualquier creencia o ideología, Cernuda ofrece para Bloom el ejemplo de una vocación poética perseguida con extrema intensidad. Aunque su inspiración fue igual de demoniaca y órfica que la de Lorca, Cernuda no pudo conseguir el público del poeta granadino, matizó Bloom, para quien el creador que nunca habitó el olvido ha alcanzado la trascendencia secular: «En el siglo XX, ningún otro poeta de su talento fue tan solitario como el exiliado Cernuda. Éste no conoció más vida que su poesía: si el arte poético tiene sus santos, como Dickinson y Paul Celan, Luis Cernuda debe figurar entre ellos». En una conversación con James Valender, Bloom inauguraba desde Barcelona el simposio internacional sobre Cernuda organizado por la Residencia de Estudiantes en colaboración con la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. El creador de «El canon occidental» sitúa a Cernuda como un poeta central del siglo XX: «Y sin embargo sufrió un exilio sin parangón entre los grandes poetas españoles. Varios poetas y críticos hasta dejaron de considerarlo como español. Su elegía a García Lorca es la mejor que he leído; pero la tradición de Cernuda es la del Romanticismo. Entre todos los grandes poetas españoles, Cernuda es el más distanciado: de España, del catolicismo y de gran parte de la tradición literaria de su país».
«Es el poeta menos español»
Bloom evocó a Octavio Paz para recordar que Cernuda «es el menos cristiano y ciertamente el menos español de los poetas españoles». Cuando piensa en lo sublime, Cernuda es lo primero que llega a su privilegiada mente: «Cernuda vive una soledad tan sublime como las de Hördelin y Nerval: nunca se aproxima a temas sociales de grandes dimensiones. Su obra gira alrededor de su propia conciencia: Sean cuales fueran las ambigüedades que Whitman y Pessoa tuviesen en cuanto a homoerotismo, éstas se desvanecen a la luz de la agresiva homosexualidad de Lorca y Hart Crane. Mas ni Lorca ni Crane emplean su orientación sexual como crítica de las costumbres y los valores de la sociedad. Discretamente amargado, Cernuda la emplea así, expresándose en formas que agudizan el sentido del sublime aislamiento que caracteriza sus mejores poemas».
La negatividad es, a juicio de Bloom, el punto de partida de Cernuda, que le lleva a esculpir una poesía pura. La amargura temperamental del poeta es algo único, tan honda que sólo Nietzsche o Leopardi pueden rivalizar con ella. Fiel a Baudelaire, Cernuda desprecia la vida carente de imaginación. Lo sublime, dice Bloom, culmina en su elegía a García Lorca, «en la cual atribuye el asesinato del poeta al odio que sentían los fascistas por la poesía. Y, sin embargo, Lorca fue fusilado junto a un humilde profesor de escuela, siguiendo el programa falangista de “¡Muera la inteligencia!”. El apasionado error de Cernuda no quita nada al patetismo sublime de su lamento por la valía de un ser único destruido en la flor de la edad: “Por esto te mataron, porque eras/Verdor en nuestra tierra árida/Y azul en nuestro oscuro aire». Bloom, que canonizó a Cernuda como un genio con conciencia absoluta, desconocía que el poeta tradujera la obra «Troilo y Crésida», —como le apuntó Valender— de Shakespeare y tildó de hilarante el atrevimiento de quienes exigen a la poesía de Cernuda ironía: «¿Se la podemos exigir a un poeta sublime que escaló los límites de la poesía?»