El Archivo de Manuel Altolaguirre y Concha Méndez comenzó
a crearse a partir de su primer exilio en el otoño de 1936, cuando
abandonaron su casa en la madrileña calle de Viriato. En el largo
peregrinar por Europa durante la guerra, Concha Méndez, acompañada
por su hija Paloma, llevó consigo una muestra muy reducida de sus
respectivos documentos, dejando tras de sí los productos más
evidentes -libros, revistas, cuadros, cartas y manuscritos- de la singular
trayectoria que habían trazado como editores y poetas en los años
anteriores a la guerra.
De su estancia en La Habana (1939-1943), el período de mayor productividad
editorial en el que publicaron revistas literarias como Nuestra España,
Espuela de Plata, Atentamente y La Verónica, libros de poesía,
teatro, arte, narrativa y ensayo de numerosos intelectuales y artistas
españoles y cubanos, se llevaron consigo una pequeña muestra
en su traslado a Ciudad de México en 1943.
La separación de Concha Méndez y Manuel Altolaguirre en 1944 marca un punto de inflexión en las trayectorias de ambos. Concha Méndez conservó el archivo familiar que posteriormente trasladó a la casa que construyó en Coyoacán en el número 11 de la calle Tres Cruces. Fue aumentando el archivo hasta su muerte en 1986, con su propia obra, libros, cartas, revistas y numerosos recortes de la prensa mexicana referentes al exilio republicano y a la vida y obra de numerosos artistas e intelectuales. A ello se sumarían, tras la muerte del poeta malagueño en 1959, los documentos que dejan constancia de la labor de Manuel Altolaguirre al frente de la nueva imprenta Isla: diversos proyectos editoriales de corta duración como la nueva revista Litoral, su producción poética y su trabajo en el mundo cinematográfico, actividad que lo ocupó intensamente, en especial a partir de 1950.
Tras la muerte de Concha Méndez, cabe destacar el valioso papel desempeñado por Paloma Altolaguirre en la conservación, difusión y ampliación del Archivo Altolaguirre-Méndez, que con su incorporación al Centro Documental de la Residencia de Estudiantes inicia una nueva vida junto al Archivo de Luis Cernuda o el de Emilio Prados.