En la antología The European Caravan (1931), uno de sus autores, Samuel Putnam, indica en la introducción que, a pesar de la dificultad por llegar –a causa de la falta de perspectiva histórica– a las claves definitorias de la literatura europea del momento, lo que se percibe es que hay algo “en el aire”. Putnam se refiere, en efecto, a la particular “crisis intelectual” que padece Europa en esos años, remite al “mal du siècle” del XX –en relación con el del siglo anterior, apuntado por Baudelaire– y trata, con todo, de delimitar una serie de elementos comunes en el movedizo panorama al que se enfrenta.
¿Podemos en la segunda década del siglo XXI, distinguir lo que está “en el aire” en la poesía europea de hoy, visualizar el nexo de nuestro “mal du siècle” con esa poesía e identificar algunas líneas comunes?
Señalemos, más modestamente, rasgos que creemos que pueden advertirse en los poetas seleccionados en “Kindred Spirits”, esta serie de lecturas y entrevistas de poetas europeos de la Residencia de Estudiantes.
De un lado, detectamos algo que Czeslaw Milosz revela como procedimiento discursivo en su libro Otra Europa, a través de una suerte de “ojo telescópico”, la posibilidad de ver, simultáneamente, la vida de diferentes puntos del globo y de diferentes momentos del tiempo, que conduce a la constatación de que ninguna imagen nueva parece haber borrado a las precedentes. Antes al contrario, se ordenan a lo largo de una larga película subsistiendo paralelamente, atropellándose e interpenetrándose. En un sentido afín podríamos afirmar, entonces, no solo que –al contrario de lo que decían las proclamas de la vanguardia del siglo XX–, en el XXI el pasado poético no ha muerto, sino que vive en un régimen de igualdad con el presente, a la vez que, por otro lado, parece cargarse de munición para el futuro.
Otro rasgo es la ausencia de movimientos significativos nítidamente delimitados en torno a una poética, un manifiesto, una definición acotada de manera grupal de qué y cómo, de qué no y cómo no, debe ser la poesía. Lo interesante, con todo, es que no se trata de la liquidación de los movimientos estéticos pasados, sino –por así decirlo– de su “reabsorción”. La ausencia de cauces programáticos cerrados, parece haber sido sustituida, en este sentido, por la presencia de los movimientos precedentes a modo de ráfagas, choques, pulverizaciones, puzles y atmósferas. De este modo, encontramos, por ejemplo, elementos surrealistas, testimoniales, cívicos, o simbolistas, conviviendo en el microclima de un solo poema, ese ámbito donde –como señala Adam Zagajewski en su entrevista en la Residencia– se declara una posición total con respecto a las cosas del mundo.
El tercer rasgo que podríamos indicar es consecuencia directa del universo intercomunicado y multilingüe, remodelado por las nuevas tecnologías, del siglo XXI, aunque, desde luego, halla precedentes sobresalientes en todos los momentos históricos anteriores. Nos referimos a la tendencia a disminuir la autonomía de los poemas, y, al mismo tiempo, su espesor verbal. Se trata de la inserción del poema en un ángulo lingüístico extraordinariamente abierto, en un sector interferido por otras lenguas, que tiene como consecuencia un reforzamiento, en general, de la función mimética de la poesía.
George Steiner, en su artículo “El silencio y el poeta”, tras preguntarse por la vecindad cronológica entre el Tractatus de Wittgenstein y las parábolas del silencio de Hofmannsthal, sostiene que el alejamiento del lenguaje parte de un abandono generalizado de la fe en la estabilidad y la autoridad expresiva de la civilización europea. Recogiendo la vibración de esta idea podríamos también preguntarnos –y no tratar de responder ahora–, si al escribir estos poetas europeos de hoy, sitúan su tarea en la tensión entre una conciencia escéptica y una reflexión practicante, es decir, entre la fe y el descreimiento, para tratar de lograr lo que Juan Ramón Jiménez, en uno de sus aforismos sobre la naturaleza de la poesía, define como “una expresión hermosa cuya palabra tenga la actualidad de lo verdadero”.