La Junta para Ampliación de Estudios desplegó un programa global de renovación del sistema educativo y científico. Las becas en el extranjero y la labor de sus centros se dirigían a establecer una corriente fluida de intercambio de conocimiento con los principales equipos de investigación del mundo para favorecer el desarrollo de la capacidad científica y la mejora de los profesores universitarios y maestros del país. Por su parte, la Residencia de Estudiantes y el Instituto-Escuela experimentaron nuevas formas de aprendizaje. En el caso de la Residencia, su eficacia debía basarse en el contacto con destacados científicos e intelectuales, en un sistema tutorial semejante al de los colleges ingleses, y en el suministro de las condiciones materiales más adecuadas para los estudiantes.
La Residencia, de acuerdo con los postulados de la Institución Libre de Enseñanza, fomentó una educación integral y activa, basada en el diálogo entre los estudiantes, los tutores y los intelectuales y artistas que la frecuentaban, así como en el contacto con la naturaleza y el aprendizaje de idiomas. Por otro lado, se apoyaba una educación continua a lo largo de todo el ciclo formativo, puesto que la Residencia contaba con un grupo de niñas y un grupo de señoritas (dirigidos ambos por la pedagoga María de Maeztu), un grupo de niños (dirigido por Luis Álvarez de Santullano) y un grupo universitario (a cargo del propio director de la Residencia, Alberto Jiménez Fraud).
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