La llamada «cátedra de la Residencia», que acogía conferencias, conciertos y otras actividades, constituyó una ventana a las novedades intelectuales, artísticas y científicas desarrolladas fuera de nuestras fronteras. La Residencia se convirtió en lugar de recepción de las últimas corrientes en las más diferentes disciplinas.
Esta actividad se vio favorecida por la creación de dos asociaciones, que apoyaron y financiaron la acción de la Residencia desde la sociedad civil: el Comité Hispano-Inglés (1923) y la Sociedad de Cursos y Conferencias (1924). El impacto del programa de actividades públicas de la Residencia contribuyó a abrir a España al mundo y a promover una nueva imagen de nuestro país.
Junto a grandes figuras españolas como José Ortega y Gasset, Blas Cabrera, Miguel de Unamuno, Emilia Pardo Bazán o Eugeni d'Ors, la Residencia acogió en poco más de dos décadas a Henri Bergson, Marie Curie, H. G. Wells, Albert Einstein, Wanda Landowska, Howard Carter, Paul Valéry, Louis Aragon, Arthur Eddington, Sandor Ferenczi, Paul Claudel, Romain Rolland, Julien Benda, Hugo Obermaier, G. K. Chesterton, C. G. Bruce, Filippo Marinetti, Keyserling, J. B. Trend, Le Corbusier, Walter Gropius, Jean Piaget, Jean Cassou, John M. Keynes o Igor Stravinsky. Además, en su sede se celebraron las reuniones de la Comisión de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones.
El concepto de viaje como fuente de conocimiento fue uno de los ejes de la educación integral de la Institución Libre de Enseñanza. La Residencia favoreció la difusión de la riqueza y diversidad de las culturas no europeas, divulgando las expediciones que descubrían en aquel momento, para el mundo occidental, la riqueza de otras sociedades: Iberoamérica, el Mediterráneo africano, el África subsahariana, el Oriente Próximo o Asia. El público español, aún marcado por la mentalidad colonial, los reconocía así como protagonistas de episodios esenciales de la historia de la humanidad.
La Residencia fue particularmente receptiva a las corrientes artísticas que se gestaban en Europa y en el resto del mundo. Acogió, por ejemplo, a Paul Valéry en 1924, Blaise Cendrars y Louis Aragon en 1925, Max Jacob en 1926 o Filippo Marinetti en 1928. En ella se forjaron numerosas características de la literatura, la música o la arquitectura española joven de aquel tiempo, como las que articularon la generación del 27 o el surrealismo español. En 1929, una exposición organizada por la Sociedad de Cursos y Conferencias reunió en el Jardín Botánico de Madrid a los más notables artistas plásticos españoles residentes por entonces en París.
Los residentes pudieron asistir en aquellos años a la presentación en España de nuevas propuestas en las más diversas manifestaciones artísticas. Buñuel volvió en 1928 a la Residencia para coordinar un cineclub donde se proyectaron películas de René Clair, Jean Renoir, Carl Dreyer o Jean Epstein. Espectáculos teatrales, musicales y de danza permitieron a los residentes descubrir las novedades en el tratamiento escénico de los clásicos o de las obras más recientes, con la participación, entre otros, de la prestigiosa compañía francesa de los Quince, del Teatro Universitario La Barraca, o del propio Federico García Lorca y las bailaoras Encarnación y Pilar López. También se representaron en la Residencia la ópera de marionetas El retablo de maese Pedro y el ballet El amor brujo, ambos de Manuel de Falla; Historia de un soldado de Igor Stravinsky, y El circo más pequeño del mundo, un espectáculo de títeres de Alexander Calder. En la Residencia de Señoritas se daban clases de «bailes rítmicos» y se pudieron contemplar espectáculos de danza moderna de la escuela de Isadora Duncan, organizadas por su discípula Edith Burnett. La última música europea tuvo una presencia decisiva en un programa de conciertos en el que participaron Falla y Stravinsky, Ravel, Milhaud, Poulenc o Wanda Landowska.
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