La Residencia, además de proporcionar a los estudiantes el ambiente material más adecuado, estimulaba y satisfacía otras demandas, como el gusto por el arte, la música o el teatro y la práctica de deportes (tenis, fútbol, alpinismo, esquí, atletismo, rugby o hockey). En esta atención al ejercicio y al excursionismo no sólo importaba la dimensión física, sino sus posibilidades formativas: se entendía que los deportes de equipo y al aire libre contribuían al desarrollo de cuerpo y mente, a la formación del carácter y a la integración en el colectivo.
Junto a las ciencias y el pensamiento, la música, las artes escénicas, la arquitectura y las artes plásticas, la poesía... formaban parte de la vida cotidiana de la Residencia, y estuvieron presentes no sólo en la programación cultural abierta al público sino también en las actividades educativas destinadas sólo a los residentes, así como en las frecuentes tertulias improvisadas que se celebraban en la casa.
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