Los laboratorios de la Residencia de Estudiantes impartían enseñanzas prácticas —escasas por entonces en la universidad española— que permitían aprender a través de la experiencia, y facilitaban a los estudiantes el acceso a la investigación científica de la mano de destacados especialistas, como Pío del Río Hortega, Juan Negrín, Gonzalo Rodríguez Lafora, Luis Calandre o Antonio Madinaveitia. Entre 1910 y 1936 fueron convirtiéndose en un prestigioso lugar de formación y en un centro de trabajo científico innovador para su tiempo.
Los laboratorios, especialmente los dedicados a la Medicina, atrajeron a la Residencia a numerosos estudiantes de ciencias, pero también dieron cabida a alumnos e investigadores no residentes.
En los laboratorios de la Residencia se formaron y trabajaron algunos de los investigadores españoles más relevantes, como el futuro premio Nobel Severo Ochoa, el médico Francisco Grande Covián o el físico Miguel Catalán. Sus publicaciones científicas incrementaron el prestigio de la investigación hecha en España.
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