El viaje a España


El viaje que Albert Einstein realizó a Barcelona, Madrid y Zaragoza durante los meses de febrero y marzo de 1923 no hay que entenderlo como un hecho aislado. Einstein llegó a España tras viajar durante seis semanas por Japón y quince días por Palestina. Tampoco debe tomarse este viaje como algo casual o fortuito. La visita hay que situarla en un contexto concreto, el generado por el esfuerzo realizado desde distintas instituciones del Estado por impulsar la renovación académica y científica, por modernizar la enseñanza —hacerla laica y científica—, y por internacionalizar el país. Dos instituciones, creadas en 1907, resultaron claves, junto con otras fuerzas sociales, en este proceso: el Institut d’Estudis Catalans y la Junta para Ampliación de Estudios.

Einstein fue consciente de que sus teorías trascendían el ámbito científico. Por ello tuvo presente que tenía que dirigirse a otros sectores además del mencionado, algunos próximos como el filosófico, pero otros más ajenos. Sus anfitriones —Esteban Terradas, José María Plans, Blas Cabrera, Jerónimo Vecino— estaban ligados al mundo de la física y las matemáticas, pero el físico alemán también entró en contacto con otras figuras del mundo intelectual, el político y de la aristocracia. Así, habló y se dirigió a públicos muy variados, combinando conferencias de divulgación con otras que precisaban para su comprensión un conocimiento adecuado del instrumento matemático.

La amplia repercusión que tuvo este viaje en la prensa, desde reseñas pormenorizadas de las conferencias a viñetas sobre sus teorías y caricaturas sobre el personaje, es un buen ejemplo del interés que despertó la visita de Einstein en la sociedad española, interés que no quedó reducido al mundo científico o intelectual.