Fundada en 1910, e instalada primero en la calle Fortuny y a partir de 1915 en su emplazamiento actual, la Residencia de Estudiantes pronto se interesó por la ciencia, contribuyendo de manera destacada a las actividades de la Junta para Ampliación de Estudios para fomentar y modernizar la enseñanza científica en España.

La enseñanza de la ciencia tenía que ser práctica y experimental, en 1912 la Residencia inauguró su primer laboratorio, el de Química General, dirigido en sus comienzos por José Sureda y después por José Ranedo. A este le siguieron, en 1914, el Laboratorio de Anatomía Microscópica con aplicaciones a la fisiología, a cargo de Luis Calandre, y el de Química Fisiológica, que dirigió desde 1915 Antonio Madinaveitia y que contaba además con una sección dedicada al estudio del metabolismo, dependiente de José María Sacristán. En 1916 se creó el Laboratorio de Fisiología, en el que Juan Negrín fue el responsable de la sección de fisiología general (fue allí donde se inició en la investigación Severo Ochoa) y Gonzalo Rodríguez Lafora de la sección de fisiología y anatomía de los centros nerviosos. Junto a estas instalaciones los estudiantes interesados disponían también de los laboratorios del Instituto Nacional de Ciencias, la mayor parte de ellos instalados en el cercano edificio del Museo de Ciencias Naturales.

Con la idea de promover la curiosidad intelectual y favorecer la formación de la cultura científica, la Residencia de Estudiantes también organizó, de forma periódica, cursos y conferencias y dedicó, dentro de sus publicaciones, un gran espacio a la difusión de los nuevos planteamientos que desestabilizaban los presupuestos científicos hasta entonces admitidos.