Albert Einstein ha sido y continúa siendo uno de los científicos más citados en revistas y trabajos de prestigio, pero además, desde su irrupción en la historia en 1905, ha sido un personaje sobre el que se ha escrito la más diversa literatura.

Sus teorías se convirtieron en un codiciado objeto en medio de intereses muy variados; junto a los puramente científicos estaban también los filosóficos, los religiosos, los sociales y también los políticos. Mientras unos eran partidarios de fortalecerlas y apoyarlas, otros lo único que pretendían era combatirlas.

A partir de 1919 su obra fue difundida por todo el mundo. Fueron físicos tan relevantes como Max Born, Moritz Schlick o Arthur S. Eddington, movidos por el interés de hacer llegar a todos los públicos teorías tan atrevidas, y conscientes de la dificultad que ello acarreaba, los que se ocuparon de escribir y reflexionar sobre ellas. Por ejemplo, en España, ante la visita de Einstein en 1923 se publicaron traducciones de las lenguas inglesa, francesa y alemana de obras de estos autores cruciales para la difusión de la relatividad. Algunas de ellas tuvieron como traductores a profesores tan prestigiosos como los filósofos Manuel García Morente y José Gaos o el físico José María Plans, uno de los mejores conocedores de las teorías relativistas en España.

Pero no todo fueron traducciones: Blas Cabrera publicó, también en 1923, Principio de relatividad. Sus fundamentos experimentales y filosóficos y su evolución histórica, donde se recogen diversas conferencias pronunciadas por el físico español para difundir las teorías relativistas einsteinianas. También fueron significativas las colecciones que acogieron estos libros: la Biblioteca de Ideas del Siglo XX, dirigida por José Ortega y Gasset, la Biblioteca Contemporánea de Ciencias, también de la editorial Calpe, dirigida por el matemático Esteban Terradas, las de la editorial Revista de Occidente o las Publicaciones de la Residencia de Estudiantes.