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Arquitectura
y arquitectos
en la Residencia de Estudiantes Salvador
Guerrero
Los históricos edificios que son sede de la Residencia de Estudiantes en la Colina de los Chopos, junto con las actividades de difusión y promoción de la arquitectura desarrolladas aquí hasta 1936, son objeto de estudio en este artículo. Su autor, el arquitecto Salvador Guerrero, trabaja en la Residencia donde se ocupa de distintos programas, entre ellos los relacionados con la arquitectura, y prepara su tesis doctoral sobre construcciones escolares en España en el periodo 1900-1936. |
«No cabe duda: no estoy satisfecho. La quisiera de otro modo. Y eso que vivo en una casa de lo más aséptico que cabe y de lo mejor tenida por muchos conceptos: la Residencia de Estudiantes. Esto quiere decir que en cualquier otra de las de Madrid estaría insatisfecho.» Así responde José Moreno Villa a la pregunta «¿Está usted satisfecho de su casa?» en la encuesta que con motivo de la estancia en Madrid de Le Corbusier en 1928 organiza La Gaceta Literaria. ¿Qué sentido tienen las palabras de Moreno Villa, un hombre de la generación del 14, pero en contacto con la vanguardia de los años veinte y treinta a propósito de la arquitectura de la Residencia? ¿Se aproxima ésta a la idea de una arquitectura nueva en España? La arquitectura del conjunto de pabellones que forman la Residencia de Estudiantes, empezados a construir en 1913 con proyecto de Antonio Flórez Urdapilleta (1877-1941) supone una vía, la defendida por los arquitectos del entorno cultural de la Institución Libre de Enseñanza, que apuesta por una reflexión sobre la idea de tradición en arquitectura. Y al estudio de las arquitecturas populares van a dedicar no pocos esfuerzos los hombres de la Institución, mediante un contacto directo con las distintas regiones de España; no en vano desarrollaron el excursionismo como pedagogía, con el fin de conocer una realidad cuya identidad era necesario construir. Leopoldo Torres Balbás, en uno de sus primeros artículos, aparecido en 1919, señalaba a propósito del trabajo de Flórez cómo éste, partiendo de la arquitectura de tradición mudéjar, sin ser copia de ella, había abierto un modo de trabajo nuevo en España en aquellos momentos y cómo los edificios de la calle Pinar constituían un ejemplo paradigmático, separándose del falso regionalismo de carácter postizo que triunfaba entonces. Regionalismo racionalista llamaba don Leopoldo a esta nueva arquitectura, frente al pastiche folklorista que hacía de la acumulación de detalles de diferentes estilos históricos su razón de ser. La arquitectura que propugnan Antonio Flórez y su equipo, el reunido en torno a la Oficina Técnica de Construcciones Escolares -donde trabajan, además del propio Flórez, Bernardo Giner de los Ríos, Leopoldo Torres Balbás, Joaquín Muro, Jorge Gallegos y un largo etcétera- harán del estudio de la arquitectura popular un punto de partida para esta opción. Ahora bien, esta arquitectura será duramente criticada por el gatepac, durante la Segunda República, al no encontrar un lugar específico en las propuestas más renovadoras de aquellos años, poniendo de manifiesto el carácter de camino peligroso que supone escoger la vía de la tradición como alternativa. Y es aquí donde cabe entender las palabras iniciales de Moreno Villa. Es en 1951, desde el exilio, y por uno de los protagonistas del periodo, Bernardo Giner de los Ríos -en primer lugar en una conferencia en el Ateneo Español de México, embrión de lo que sería después el libro Cincuenta años de arquitectura española 1900-1950-, cuando se hace la primera puesta en valor de lo que significó, en el panorama de la época, la arquitectura de la Residencia de Estudiantes, constituyendo un prólogo a la arquitectura sólo atenta a la función, como señalara en su momento Gaya Nuño. Arquitectos de la Residencia La historia de los edificios de la Residencia de Estudiantes en la Colina de los Chopos comienza en 1912 cuando la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas se plantea el traslado de la sede, una vez consolidada la institución, desde los hoteles de Fortuny al Cerro del Viento, frente a la fallida sede de la Institución Libre de Enseñanza en el paseo de la Castellana, detrás del Palacio de las Artes y de la Industria, descartada la opción inicial de la Moncloa. El ordenamiento urbano del conjunto, inscrito en una zona calificada como parque urbanizado, se configura en una serie de edificaciones en forma de pabellones, rodeados de jardines y con la presencia del agua en la sinuosa linea del Canalillo, un lugar donde, utilizando las palabras de Mainer, «la imagen física es todo un programa cultural». Los llamados Pabellones Gemelos son los primeros que se construyeron, en el año 1913, con proyecto de Antonio Flórez. Siguen una composición lineal en la dirección este-oeste con todas las habitaciones de residentes orientadas a mediodía, sin baños individuales, con galería de acceso a norte y terrazas-solárium como cubiertas. Temas higienistas de orientación, ventilación e iluminación priman en unas edificaciones cuya separación está determinada por las condiciones de soleamiento tanto de las habitaciones como del espacio que comparten ambos pabellones: el Jardín de las Adelfas, trasunto del Jardín de los Frailes del monasterio escurialense. La labor de Flórez continuaría hasta 1915 con la finalización del pabellón Transatlántico, aquel que albergó los laboratorios de la Residencia. El programa del edificio está dispuesto según una ordenación norte-sur a partir de una composición simétrica por elementos: pérgolas, torreones y módulos de laboratorio. Aquí los rasgos regionalistas aparecen menos depurados, por la presencia de los torreones y la amplia solana de madera a poniente, aunque son los que dan la imagen más característica del conjunto. A partir de 1915 Antonio Flórez dejaría su labor como arquitecto de la Junta. Frustada la entrada de Amós Salvador, el arquitecto que se incorpora es Francisco Javier Luque, hasta 1927, año en que es sustituido por Carlos Arniches, que ocupará el cargo de arquitecto de la Junta hasta la guerra civil. La labor de Luque en la Junta será de carácter continuista con la obra de Flórez, aunque sin la depuración formal del primero. Luque -arquitecto del edificio del Ministerio de Instrucción Pública, en la madrileña calle de Alcalá, y autor de un opúsculo crítico sobre la Ciudad Universitaria de Madrid- realiza el Pabellón Central de la Residencia, el que alberga los servicios centrales de la casa: despacho del director, administración, comedor y salón de actos y habitaciones de residentes en las plantas superiores; el primitivo Pabellón de Biblioteca, el quinto pabellón, que tiene un planteamiento más confuso, así como la Casa del Director, Alberto Jiménez Fraud. Los materiales empleados en las construcciones de la Residencia estarán ligados a los dos paisajes madrileños presentes en el Cerro del Viento. Siguiendo el testimonio que nos dejó escrito el geógrafo Manuel de Terán son, por un lado, el ladrillo visto recocho, de aquel Madrid de campos terreños, que dijera Unamuno, de tierra arcillosa, yermo y desolado, con proliferación de alfares; por otro lado, la madera, pintada en un severo tono verde, de carpinterías y fraileros, balcones y dinteles, junto con las pinceladas de granito que salpican los jardines, en la fuente del Jardín de las Adelfas y en el banco del Duque de Alba, traza del jardinero Javier de Winthuysen, en referencia al paisaje de la sierra de Guadarrama. En 1930, con la presencia de Manuel García Morente y Elías Tormo en el gobierno Berenguer, se va a acometer una última etapa de crecimiento de la sede con la construcción de un edificio para «sala de conferencias, biblioteca y clases para cursos especiales». El edificio que se construye, más conocido como el Auditórium de la Residencia, dará salida al conjunto por la calle Serrano, cuyo último tramo estaba recién abierto. Se trata de un edificio claustral con una economía volumétrica, donde la continuidad con las anteriores edificaciones residenciales proviene tanto del uso común del ladrillo visto como de compartir un mismo proceso de simplificación de la forma, aquí más acentuado al prescindir de las cornisas, obra de los arquitectos Carlos Arniches (1897-1955) y Martín Domínguez (1897-1970), este último antiguo residente. En torno a la Residencia se construirá un conjunto de edificios dependientes de la Junta para Ampliación de Estudios, que confirmarán las funciones educativas y de investigación concebidas para la Colina de los Chopos. Son el Instituto Nacional de Física y Química, un proyecto de los arquitectos Luis Lacasa y Manuel Sánchez Arcas, ganado en concurso público en 1928 e inaugurado en 1932, y los pabellones de Bachillerato y Párvulos del Instituto-Escuela, obra de los arquitectos Arniches y Domínguez, con la presencia del ingeniero Eduardo Torroja para las marquesinas de hormigón armado del segundo, inaugurados respectivamente en 1933 y 1935. Difusión de la arquitectura Hablar de la arquitectura y la Residencia de Estudiantes es también hacerlo, una vez reseñada la arquitectura propuesta y realizada para su sede, de las actividades promovidas desde allí, en tanto que plataforma de difusión de la nueva arquitectura. Sabemos que Fernando García Mercadal a su vuelta a España, tras el periplo europeo que realiza mientras es pensionado en Roma, invita a la Residencia a los arquitectos extranjeros más relevantes del momento. Le Corbusier pronuncia en 1928 dos conferencias: «Arquitectura, mobiliario y obras de arte» y «Una casa, un palacio»; Erich Mendelsohn, en 1929, titula su intervención «Rusia-Europa-América. Sección arquitectónica»; Theo van Doesburg habla en 1930 de «El espíritu fundamental de la arquitectura contemporánea», y ese mismo año Walter Gropius, la segunda vez que viene a España después de un primer viaje de estudios en 1907, interviene con la conferencia «Arquitectura funcional». Frente al impacto de estas conferencias, dirigidas no tanto a un público profesional como a una burguesía intelectual ávida de novedades -y esto explica que sea en el marco de la Sociedad de Cursos y Conferencias donde se desarrollen-, hay otro tema, el del interés de estos arquitectos por España como país donde recibir nuevos encargos profesionales. Éste es el caso de Erich Mendelsohn, cuya conferencia en la Residencia le sirve para establecer una serie de contactos, de los que surgirá el proyecto, luego no realizado, de construir una casa de recreo en las inmediaciones de Madrid para la Casa de Alba, o la aparición de su nombre como posible arquitecto para la sede del Instituto Alemán de Madrid. El caso de Theo van Doesburg es distinto; sobre la arquitectura española va a desarrollar una labor de crítica y difusión en Holanda que sólo ha sido estudiada en fechas recientes. Ahora bien, limitar las actividades de arquitectura a las anteriores es hacer una historia sesgada. Así, no se ha estudiado la labor que, junto a la Sociedad de Cursos y Conferencias, también realiza la Asociación Profesional de Alumnos de Arquitectura de la fue, que invita a la Residencia a una serie de arquitectos jóvenes y críticos de arquitectura. Luis Lacasa, presente en 1930, desarrolla en su intervención titulada «Arquitectura impopular» el papel de la industria, la taylorización y los modelos tipos en la definición de la nueva arquitectura, frente a un Le Corbusier «periodista y charlatán», «que ha tenido la gran habilidad de saber encontrar gran cantidad de palabras, que son la vanguardia de la nueva arquitectura, por ejemplo: "La casa es una máquina para vivir". "Una pipa es tan bella como el Partenón", etc., etc.». José Moreno Villa diserta sobre «Función contra forma. Confort contra lujo». Traído por su papel en el panorama de la crítica arquitectónica de la época, tanto desde la prensa diaria y sus colaboraciones con el diario El Sol, como desde su puesto de director de Arquitectura, Moreno Villa analiza la obra de los jóvenes arquitectos españoles a partir de las ideas que difundiera Adolf Behne sobre el concepto de función. También son invitados a participar Luis Blanco Soler, en 1930, sobre «Ciudades coloniales del Marruecos francés», donde estudia el papel desarrollado por Francia en los problemas de ordenación y urbanización de las ciudades de Marruecos, y Manuel Sánchez Arcas, que dirige un ciclo sobre arquitectura sanitaria en 1933. Otra linea, más tradicionalista, será la desarrollada por el Comité Hispano-Inglés a través del viaje a España de los arquitectos ingleses de The Architectural Association, de la mano de Pablo Gutiérrez Moreno y la revista Arquitectura Española, con la presencia de Edwin Lutyens entre ellos, que luego repetiría en 1934, fruto de su amistad con el Duque de Alba, para cuya familia realizaba varios trabajos. Ocurre que quienes estudiaron el papel de promoción y difusión de la arquitectura desarrollado desde la Residencia de Estudiantes reduciéndolo sólo a las intervenciones de los arquitectos europeos de vanguardia olvidaron la pluralidad de intereses presentes en la misma, reflejo de la riqueza, por la complejidad y las contradicciones existentes, de la cultura arquitectónica española del primer tercio de siglo. |