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EL
NACIONALISMO CATALÁN:
una revisión rigurosa Miguel Ángel
Aguilar
En este artículo el periodista Miguel Ángel Aguilar destaca el rigor de la labor investigadora del profesor Vicente Cacho Viu, al mismo tiempo que subraya la actualidad del último libro publicado, El nacionalismo catalán como factor de modernización. |
Hay libros que surgen como apariciones esclarecedoras en medio de la confusión y del ruido ambiental. Ése fue para mí el caso del volumen que reúne algunos trabajos de Vicente Cacho Viu bajo el título de El nacionalismo catalán como factor de modernización. Tuve primera noticia del libro por una de las postales características de la Residencia de Estudiantes, en las que informa de sus actividades habituales. Allí figuraba entre otros anuncios el de la presentación prevista en Barcelona del mencionado libro, que se decía publicado en coedición por Quaderns Crema y los Amigos de la Residencia de Estudiantes. Josep Pla Aquel día, siguiendo mi itinerario habitual de la mañana hasta el despacho de la Asociación de Periodistas Europeos, recorrí en su trazado íntegro la calle de Serrano desde el final en la confluencia con Príncipe de Vergara hasta su inicio en la Puerta de Alcalá, de forma que pude detenerme ante la librería Blanquerna, comprobar que el volumen del profesor Cacho Viu figuraba expuesto en el escaparate de novedades, adquirir un ejemplar y añadir a la factura otros de Martín de Riquer sobre Cervantes en Barcelona y sobre Cervantes, Passamonte y Avellaneda salidos de las prensas de la editorial Sirmio. Ahora que no quedan librerías, porque las tradicionales han desaparecido y en su lugar sólo han surgido expendedurías con un personal tan aséptico como alérgico a la cultura, la escala técnica en Blanquerna y la conversación con su directora, Carmen Rhodés, tuvo aquella mañana efectos reparadores y resultó como siempre intelectualmente estimulante. Fue un buen momento para recordar otros encuentros, con ocasión por ejemplo de la presentación de las nuevas ediciones de Josep Pla que recogen sus crónicas parlamentarias o para escuchar a los participantes en la mesa redonda en torno a la recuperada biografía del general Batet, fusilado por su lealtad a la República. El fin de semana siguiente pude concluir la lectura que había anticipado en movimientos de avance y retroceso rápido de las páginas con subrayados y notas al margen, aprovechando momentos de espera, desplazamientos en los transportes públicos, o intervenciones tediosas del orador de turno en el Congreso de los Diputados. El libro trataba del fenómeno del nacionalismo catalán desde un siglo atrás pero el momento periodístico le añadía valor. La crecida imparable del proceso de balcanización de los Balcanes, disparado a partir de 1989 por el presidente yugoslavo Slobodan Milosevic con su apuesta por una nueva guerra de agresión étnica, había hecho reaccionar a la Alianza Atlántica y estábamos, en aquellos días, inundados por la información y sin elementos de inteligibilidad para procesarla. Una página de El País esperaba mi columna de los martes y decidí por una vez evitar que la actualidad ocultara la realidad. Bajo el título «Nacionalismos y anacronismos», hice un seguimiento al profesor Cacho Viu. Me acerqué a la presencia inquietante en la vida europea de nacionalismos agresivos, carentes de convicción democrática alguna, un fenómeno que está contribuyendo a concitar su calificación in- discriminada. Porque si para los historiadores marxistas el nacionalismo era considerado un hecho defectivo, hijo de intereses sectoriales que hacían de él una ideología a extinguir una vez se hubiera impuesto, en esa determinada comunidad histórica, la justicia distributiva, para los liberales maximalistas de ahora la crítica acerba al nacionalismo se ha convertido en una de sus principales banderas. Luego hube de atender el requerimiento de José García-Velasco para concurrir a la presentación del volumen del profesor Cacho Viu en la Residencia de Estudiantes junto a Jaume Vallcorba y Octavio Ruiz Manjón. Entonces fue el momento de evocar otros antiguos recuerdos de Vicente Cacho, de su figura menuda, de su dedicación investigadora ajena al relumbrón, enamorado del trabajo bien hecho. Ésa es la impresión indeleble que causa su primer libro La Institución Libre de Enseñanza. Orígenes y etapa universitaria (1850-1881). Un trabajo excepcional donde frustrando los pronósticos de algunos es imposible aislar una sola brizna de sectarismo. Aproximaciones rigurosas El libro de Vicente Cacho está lleno de aproximaciones rigurosas y de perspectivas originales. Cacho sitúa la moral de la ciencia en la Institución Libre de Enseñanza y fija el otro polo dialéctico de aquellas horas de la restauración en la moral nacionalista a la que se acogen los nacionalistas catalanes. Apasiona seguir en sus páginas el juego de tantos contrastes y el distinto papel que por ejemplo tuvo la iglesia, encastillada en el paleonacionalismo español –un fenómeno propio del Jurásico–, pero activadora por ejemplo en la reconversión de los carlistas para conducirlos hacia el nacionalismo modernizador. Debo concluir declarando mi admiración por Vicente Cacho Viu, por su vida de trabajo universatario y de investigador, invariablemente ajeno a las precipitaciones que terminan en la invalidez de la frivolidad, devoto del rigor, cultivador del trabajo, fuera de las prósperas sociedades de bombos mutuos, inmune al contagio de todo sectarismo laico o religioso. Vicente Cacho agradece el ambiente que le brindaron en Barcelona para sus trabajos y lo hace en términos que recuerdan los de Miguel de Cervantes cuando se refiere a la Ciudad Condal como honra de España, amparo de los extranjeros, escuela de la caballería, archivo de la cortesía, correspondencia grata de firmes amistades como las que nuestro autor supo suscitar. Que siga. |