La vida de la Residencia se regía por un código no escrito, transmitido personalmente por la dirección, los tutores y los residentes más antiguos. El llamado «espíritu de la casa» quedaba reflejado en una cierta forma de vida construida en torno a la responsabilidad personal, el trabajo, la búsqueda de la excelencia, el culto a la amistad y el ocio creativo, con el fin de que el esfuerzo particular se viera proyectado en la sociedad. Los instrumentos preferidos para fomentarlo eran las excursiones, la práctica de deportes, las visitas culturales y, en particular, la convivencia entre diferentes disciplinas.
El emblema de la Residencia, la cabeza del atleta rubio encontrada en la Acrópolis de Atenas y elegida como sello de sus publicaciones, representa los principios que animaban el «espíritu de la casa». Simboliza su modelo de educación integral, basado en la tolerancia, el pluralismo y el diálogo entre distintas disciplinas de las artes y las ciencias, entre diferentes generaciones, y entre tradición y modernidad. Representa igualmente la sobriedad, serenidad y elegancia que se respiraban en el ambiente de la Residencia y que caracterizaban su arquitectura y su diseño interior.
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