La
trayectoria de Ángeles Santos (Port Bou, Gerona, 1911) es
una de las más enigmáticas de todo el arte español
del siglo XX. Cuando apenas contaba 18 años pintó
sus cuadros más famosos que le harían alcanzar el
éxito y el reconocimiento de intelectuales y artistas ya
en el momento de su creación. En realidad fue un solo cuadro,
Un mundo, el que la situó como una de las artistas
más interesantes de la época, perfectamente conectada
a la vanguardia pictórica más transgresora. Ángeles
Santos fue una revelación inmediata entre la intelectualidad
de finales de los años veinte.
A
este prodigioso y aplaudido arranque pictórico le siguió
un misterioso periodo de inactividad creativa. Al cabo de un tiempo,
instalada en Cataluña y casada con Emili Grau Sala, reemprendió
su actividad pictórica, pero ya de una forma mucho más
templada, alejada para siempre de sus portentosos y osados inicios,
una postura que le llevó incluso a destruir parte de su obra
anterior.
Con
la recuperación de las vanguardias históricas, iniciada
a mediados de los años setenta, la obra de juventud de Ángeles
Santos retomó el relieve y la
trascendencia
que tuvo inicialmente. Un mundo, que ha participado en
cuantas exposiciones se han montado alrededor de la modernidad,
volvió a ser uno de los cuadros más populares del
surrealismo español. En general, la historiografía
moderna ha considerado a Ángeles Santos como una surrealista
específicamente catalana, más o menos vinculada al
ámbito ampurdanés de Dalí, Massanet o Planells
cuando, en realidad, esta integración en el mundo artístico
catalán se produjo tras abandonar el contacto tangencial
con el surrealismo y «la nueva objetividad». Un
mundo, Tertulia y las mejores obras de juventud de Ángeles
Santos nacieron en Valladolid y, además de su evidente calidad,
ésa es su gran peculiaridad.
La
publicación en 1927 del libro de Franz Roh Realismo mágico,
post expresionismo. Problemas de la pintura europea más
reciente, traducido por Fernando Vela y editado por Revista
de Occidente, marcó un hito en el arte español de
entreguerras y significó, a su vez, la consolidación
del estilo que venían practicando desde el inicio de la década,
entre otros, Josep de Togores, Benjamín Palencia o Salvador
Dalí. Muy próximos a este llamado realismo mágico
se situaron en los años treinta casi todos los miembros de
la SAI —Sociedad de Artistas Ibéricos— entonces
capitaneados por Alfonso Ponce de León, Timoteo Pérez
Rubio y el crítico Manuel Abril. La SAI se encargó
de difundir el arte español en el contexto europeo y organizó
exposiciones en Copenhague, Berlín y París; muestras
en las que se incluyó obra de Ángeles Santos.
Por
otro lado, en este mismo contexto del realismo mágico cabe
situar a Cristóbal Hall, Mariano de Cossío y a la
propia Ángeles Santos, quienes desde Valladolid desarrollaron
un estilo personal perfectamente inmerso en la modernidad europea
de la época. Desde el punto de vista cultural, uno de los
hechos más significativos en la década de los años
veinte en Valladolid fue la llegada del pintor inglés Cristóbal
Hall, que aglutinó a los intelectuales más inquietos
de la ciudad: desde los tres hermanos Cossío —Francisco,
José María y Mariano— a Jorge Guillén,
pasando por Emilio Gómez Orbaneja, el compositor Félix
Antonio o el pintor de escasísimos cuadros Sinforiano de
Toro. Además, en esa misma órbita se sitúan
las publicaciones de los jóvenes poetas de vanguardia José
María Luelmo y Francisco Pino, editores de Meseta, Ddooss
y A la Nueva Ventura. Jorge Guillén propició
un interesante intercambio cultural entre Murcia y Valladolid a
través de la revista Verso y Prosa. Editada por
Juan Guerrero, en ella colaboraron, además de casi todos
los poetas de la generación del 27, José María
de Cossío —auténtico vértice del 27—,
su hermano Francisco, presidente del Ateneo de Valladolid, Emilio
Gómez Orbaneja y Cristóbal Hall, quien, a su vez,
influyó de una forma decisiva en el núcleo artístico
murciano, creándose de esta forma un interesante tejido entre
pintura y literatura.
La
muestra reúne algunos de los cuadros más significativos
de Ángeles Santos, pintados entre 1928 y 1930, en los que
se puede observar su vertiginosa evolución: desde los lienzos
primerizos como La tía Marieta hasta el sabio y
perverso refinamiento de Tertulia, Familia cenando o Lilas
y calavera, junto a otros totalmente desconocidos como el Retrato
de 
María Álvarez o el recién descubierto Antonio,
Conchita y Anita, que se muestra ahora por primera vez. Además
de un apartado documental, la exposición cuenta con el retrato
que Norah Borges le hizo a Ángeles Santos en los años
treinta y con obras del entorno vallisoletano. Cristóbal
Hall está presente con su Retrato de Jorge Guillén,
localizado recientemente, que se presenta acompañado por
los que realizó de los tres hermanos Cossío y el de
Sinforiano de Toro. De Mariano de Cossío se incluye el Retrato
de José María de Cossío, junto a otras
obras muy poco conocidas que, como las de Hall, no se habían
expuesto desde la época en que fueron realizadas.
Con
motivo de la exposición el Museo Patio Herreriano ha editado
una monografía que incluye estudios de especialistas en la
pintura de Ángeles Santos, como Eugenio Carmona, José
Carlos Brasas Egido o Ana María Arias de Cossío, un
catálogo razonado de la obra de Ángeles Santos, cronología,
relación de exposiciones y bibliografía actualizada
sobre la pintora, además de un apéndice documental
con una antología de textos de algunos de sus contemporáneos
como Francisco de Cossío, Ramón Gómez de la
Serna, Juan Ramón Jiménez o Rafael Santos Torroella.
Esta publicación fue presentada en noviembre de2003 por Claudio
Guillén y Pablo Jiménez Burillo en la Residencia de
Estudiantes, con motivo del 92º cumpleaños de Ángeles
Santos.