En este año escribe el prólogo al libro La flor de Californía, de su amigo el poeta malagueño José María Hinojosa, y comentando los «Textos oníricos» allí incluidos, Moreno Villa escribe:
He simpatizado de golpe con esa técnica porque ya la pintura gemela me tenía preparado. Y recuerdo que comprendí mejor los cuadros de Bores o de Miró cuando leí tus narraciones y que, también éstas se me iluminaron al ver aquellos.
También en este año contesta a la encuesta que sobre la nueva arquitectura está realizando García Mercadal desde las páginas de la revista La Gaceta Literaria. En esta encuesta, Moreno Villa se declara ferviente admirador de la casa racionalista y lo expresa a su manera, mezclando imágenes cotidianas con conceptos teóricos:
Si me pide que concrete más, le diré que sueño con una casa que sea como el mechero Dunhill. [...] Una casa Rolls o una casa Dunhill. Esto es lo ideal para mí. [...] Una casa en donde todo ajuste bien, clara de estructura interior, sin rozamientos posibles, hecha con materiales sólidos y verdaderos.
En el mes de diciembre celebra su segunda exposición individual en las salas del Ateneo de Madrid, lugar que pasa a convertirse, a partir de este año, en la sala de exposiciones más comprometida con las nuevas corrientes de la vanguardia pictórica española. La exposición se compone de veinte óleos y de seis papeles, y Moreno Villa muestra el mundo en el que su pintura está moviéndose. Un mundo de infinitas y variadas tendencias y ensayos. Un mundo sorprendente como, a partir de ahora, comienza a ser su pintura. La nueva figuración que desarrolla tiene un marcado matiz poético, algo que por lógica no podía dejar de suceder ya que, después de todo, y como él mismo afirmaría muchos años después: «Un arte lírico no puede hacerlo más que un pintor poeta».