Su relación con Florence, la futura Jacinta la pelirroja, se precipita hacia un inminente casamiento, pero los padres de la joven exigen conocer al novio antes de que se celebre la boda. Moreno Villa acepta la condición impuesta y viajan juntos a Nueva York, no sin antes ir recibiendo las felicitaciones y regalos de los amigos de España. Salvador Dalí, por ejemplo, les regalará el cuadro Mujer sobre las rocas, que la pareja recogerá en Barcelona y que hoy se encuentra en el Museo Salvador Dalí de San Petersburgo, en Florida.
El viaje y la estancia en Nueva York suponen para Moreno Villa una mezcla de sensaciones contradictorias. La más importante es presenciar la oposición paterna al futuro matrimonio y advertir cómo su novia va dejándose convencer por las presiones familiares hasta que sea Moreno Villa el que decida regresar solo a España y dar por terminada su historia de amor. Pero, por otro lado, supone el descubrimiento de una ciudad y un mundo radicalmente opuesto al español, que Moreno Villa observa y analiza en una pequeña serie de deliciosos artículos que reunirá en formato de libro, acompañado de dibujos, titulado Pruebas de Nueva York.
A su regreso a Madrid, a su cuarto de la Residencia de Estudiantes, Moreno Villa se enfrenta a su condición de «poeta recién descasado» –como le apela burlona y cariñosamente su amigo Gabriel García Maroto–, con una actitud insospechada en él. El año de 1927 es uno de los más fructíferos y productivos en cuanto a creación plástica. Vuelve a viajar a París y su contacto con los jóvenes pintores españoles que residen en la capital francesa se hace más intensa. Se relaciona con Bores, con Joaquín Peinado, con Viñes, y su pintura asimila las nuevas maneras que están desarrollando. Los Bodegones y las composiciones realizadas en este año por Moreno Villa están en absoluta sintonía con la nueva figuración que está empezando a surgir de manos de la llamada segunda escuela de París, hasta el punto de que llega un momento en el que puede considerarse a Moreno Villa como el más genuino representante de esta escuela o tendencia, entre los pintores que residen en España.
En el mes de diciembre celebra su primera exposición individual y, como lugar de exposición, elige un espacio insólito. El salón Chrysler en la madrileña Gran Vía acoge sus pinturas, dibujos y grabados entre los últimos modelos de automóviles y frente a las grandes cristaleras de los escaparates. La exposición, que obtiene un gran éxito de crítica y público, presenta de manera meridianamente clara los rumbos que está tomando su pintura actual. Abandonado el cubismo, Moreno Villa esta inmerso en una figuración lírica, libre y abierta. Entre las obras expuestas figura una serie de grabados sobre el Polifemo de Góngora, cuyo centenario se está celebrando con un programa de actos en el que Moreno Villa lleva tiempo implicado.