EL PAISAJE SALVADO EL MADRID DE MEDITACIONES DEL QUIJOTE
 
Juan Ramón Jiménez, Segunda antolojía poética (1898-1918), Madrid, Calpe, 1922. Fundación Jorge Guillén, Biblioteca de Castilla y León, Valladolid
 
 Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí en la terraza de su casa del número 8 de la calle Lista, Madrid, 1923. Sala Zenobia y Juan Ramón Jiménez, Universidad de Puerto Rico

Mi «apartamiento», mi «soledad sonora», mi «silencio de oro» (que tanto se me han echado en cara, y siempre del revés malévolo, y tanto me han metido conmigo en una supuesta «torre de marfil», que siempre vi en un rincón de mi casa y nunca usé) no los aprendí de ninguna falsa aristocracia, sino de la única aristocracia verdadera y posible. Los aprendí desde niño, en mi Moguer, del hombre del campo, del carpintero… Yo era torrero de marfil, para ciertos algunos, porque no iba a los corros del café, de la revista […]. No iba, porque iba al campo y me paraba con el pastor o la lavandera […]; a la plaza (mis queridas plazas de Moguer, Sevilla, Madrid, de donde fuera), en cuyos bancos conocí a tanta jente mejor […].

Las novedades del Diario de un poeta recién casado  pronto son reconocidas como propias por los poetas cercanos a las incipientes manifestaciones de la vanguardia. En 1917, mientras que el Diario se convertíapara los lectores más atentos en un libro que apuntaba hacia el futuro, su autor —buen conocedor desde siempre de las novedades francesas y lector privilegiado de la poesía en lengua inglesa— adquiere ante los jóvenes poetas del momento una autoridad y un predicamento indiscutidos.


 
 Pablo Ruiz Picasso, Chevaux (Caballos), s.a. Lápiz y acuarela amarilla sobre papel, 22,5 x 18 cm. Colección particular

 Juan Gris, Rose dans un verre (Rosa en una copa), 1919. Pluma, tinta y lápiz sobre papel, 15,6 x 22,6 cm. Colección particular
 

Juan Ramón responde con generosidad a las demandas de los poetas de la generación emergente. Envía colaboraciones para sus revistas y les aconseja y avisa. La creación de Índice está íntimamente ligada al magisterio juanramoniano de estos años. Las cartas entre Juan Ramón y poetas como Rivas Panedas, Pedro Garfias, José de Ciria y Escalante o Gerardo Diego guardan testimonios precisos del apoyo que el poeta de Moguer presta en estos años a las nuevas promociones, dejando constancia de cómo «entre jóvenes llenos de entusiasmo, como ustedes [los de Reflector], por una dirección estética pura, sea ésta la que sea, me encuentro mucho mejor que entre compañeros de jeneración secos […]». Pronto, a finales de los años veinte, estos jóvenes, dueños ya de una voz propia, se alejarán del maestro, y surgirán desavenencias que acabarán de convertir al «Andaluz Universal» en el «Cansado de su Nombre». El inicio de los años treinta es, para Juan Ramón, un momento de replanteamiento total de toda su escritura. Tras la entrega de varias selecciones antológicas (en 1922, la Segunda antología poética; en 1923, Poesía y Belleza), no volverá a publicar nuevos libros hasta 1936.