Activo humanista y político, Elías Tormo dejó huella en los ámbitos de la educación y la naciente Historia del Arte, de la que fue su primer catedrático. Cursó Derecho y Filosofía y Letras en Valencia, y se doctoró en ambas materias por la Universidad Central de Madrid (1890). Fue catedrático de Derecho Natural en la Universidad de Santiago (1897) y de Teoría de la Literatura y de las Artes —pronto Historia del Arte— en las de Salamanca (1902), Granada (1903) y Madrid (1904). En política militó en el partido conservador de Maura y fue diputado a Cortes por Albaida (1903), senador del Reino (1901-1923) y miembro de la Asamblea Nacional (1927-1929). Tras ejercer sucesivamente como decano, vicerrector y rector de la Universidad Central, con el general Berenguer se convirtió en ministro de Instrucción Pública (1930-1931). Nombró director general de Bellas Artes a Manuel Gómez-Moreno, compañero y amigo del Centro de Estudios Históricos (CEH), y planteó eficaces reformas educativas y de control del Tesoro Artístico, cuyo alcance fue limitado por el cambio de régimen. También se le designó académico de la Real Academia de la Historia y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, miembro directivo del Museo del Prado y del Museo Valencia de Don Juan, y doctor honoris causa por las universidades de Tubinga y Bonn.
Su vinculación a la Junta para Ampliación de Estudios (JAE) y su CEH —que tiene antecedentes en la revista Cultura Española (1906) y en su pensión de 1911 para visitar los museos europeos (origen del encargo en 1912 de reorganizar el Museo del Prado)— se inició el 15 de enero de 1913, fecha de creación en el CEH de la Sección de Arte, dirigida por él y que se sumaba a la de Arqueología, dirigida desde 1910 por Gómez-Moreno. Ambas secciones, pese a su robustez y clara conciencia delimitadora, mantuvieron un simbiótico apoyo, que cristalizó en el nacimiento en 1925 del Archivo Español de Arte y Arqueología, revista fundada y codirigida por Tormo y Gómez-Moreno, convertida en alta difusora de sus materias. La sección del valenciano, que contó con destacados discípulos (Sánchez Cantón, Angulo, Allendesalazar, Lozoya, Lafuente Ferrari…), se centró en confeccionar un Fichero de Artistas —continuador de la labor iniciada por Ceán Bermúdez y completado con material gráfico—, en ofrecer documentación inédita procedente de diferentes archivos, y en emprender varias empresas de catalogación y estudio histórico-artístico e iconográfico. Impulsor del contacto directo con la obra de arte, Tormo fomentó en las aulas y la investigación el excursionismo, los viajes profesionales y las prácticas y docencia directa en los museos. Así surgieron obras suyas como Jacomart y el arte hispano-flamenco cuatrocentista (1913), sus Cartillas excursionistas (Guadalajara, 1919; Alcalá de Henares, 1919; Ávila, 1919; Segovia, 1920; Aranjuez, 1929), sus guías artísticas de España (Levante, 1923; Iglesias del antiguo Madrid, 1927; Monumentos de españoles en Roma, 1940; etc.) o su coordinación del repertorio Datos documentales para la historia del arte español (1914-1916).
Pasó la guerra civil —que trajo su jubilación— en la Escuela Española de Roma. Luego, pese a ser apartado de los papeles directivos y quedar en los honoríficos, al igual que Gómez-Moreno se reincorporó al recién fundado Instituto Diego Velázquez del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), regido por sus discípulos y continuador de su herencia. Allí permaneció Tormo, vinculado científicamente como colaborador y jefe de su Sección de Escultura Medieval y Moderna, hasta su fallecimiento en 1957. Además, con relación al CSIC, fue nombrado vocal del Patronato Menéndez Pelayo (1941-1945) y consejero de honor (1946-1957).
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