Enrique Moles fue el introductor en España de los estudios de química física (aplicación de medidas físicas a productos químicos), investigaciones en las que se inició en Leipzig —pensionado por la Junta para Ampliación de Estudios— trabajando con Philippe A. Guye, y que tan sólo abandonó cuando le fue impedida su vuelta al Instituto Nacional de Física y Química, tras la guerra civil.
Tras su regreso de Leipzig, en 1911 tuvo su primer contacto con la Universidad de Madrid como profesor auxiliar de la Facultad de Farmacia, donde conoció a dos profesores que a partir de entonces consideraría sus maestros: José Rodríguez Carracido y José Casares Gil. En 1927 cambió de facultad, ya que ganó la cátedra de Química Inorgánica de la Facultad de Ciencias.
Moles puso especial énfasis en propiciar y mejorar la enseñanza práctica de la química. Fue, junto a otros muchos científicos de su época, vocal del Instituto del Material Científico, organismo creado por el Estado para dotar a los centros de enseñanza e investigación de instrumentación científica. Y fue también uno de los responsables directos de las instalaciones del Instituto Nacional de Física y Química; su experiencia en esta materia y el conocimiento que tenía de otras instituciones similares europeas y americanas (viajó a Estados Unidos en 1920) le llevaron, junto con el químico y espectroscopista Miguel Catalán y los arquitectos Manuel Sánchez Arcas y Luis Lacasa, a distintas entidades europeas con objeto de pensar y diseñar las nuevas instalaciones con las que debía contar ese recién inaugurado centro de investigación. Moles alentó asimismo la construcción de nuevos laboratorios en la Facultad de Ciencias, y además fue vocal, a partir de 1931, de la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria de Madrid.
Como investigador fue reconocido internacionalmente por sus trabajos de determinación de los pesos atómicos. Creyó que basándose exclusivamente en datos experimentales era posible fijar los pesos atómicos y moleculares de los elementos. La dificultad práctica de obtener medidas físicas como la temperatura, la presión o el peso, cuando lo que se buscaba era la mayor precisión posible, constituía el principal reto al que entonces se enfrentaban los investigadores. Y fue en este punto donde Moles centró su atención, diseñando técnicas de gran sofisticación para la época, que le valieron el reconocimiento internacional: en 1921 fue invitado por el profesor Moureu, presidente de la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada, a formar parte de la Comisión Internacional de Pesos Atómicos, con científicos como Brauner, Guye, Nasini, Richards y Swarts. Representó oficialmente a España en la Conferencia de la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada celebrada en Bruselas el 27 de junio de 1921. En 1934 organizó, junto con la Sociedad Española de Física y Química, el IX Congreso Internacional de Química, y casi dos décadas después, en 1951, fue nombrado para ocupar el cargo de secretario de la Comisión Internacional de Pesos Atómicos de la Unión Internacional de Química.
La guerra civil supuso un corte radical en la vida de Enrique Moles. En 1936 desempeñaba la cátedra de Química Inorgánica de la Facultad de Ciencias de Madrid y era jefe de Sección del Instituto Nacional de Física y Química, además de secretario de la Sociedad Española de Física y Química, miembro de número de la Academia de Ciencias y, desde el 28 de septiembre de 1936, vicerrector de la Universidad Central, cargo que, sin embargo, no llegó a ejercer. En el momento de la sublevación, Moles se hizo cargo de la dirección del Instituto Nacional de Física y Química, pues Blas Cabrera se había refugiado en París. Las necesidades del Gobierno republicano de emplear al máximo sus posibilidades de defensa llevaron a la utilización de este centro con fines bélicos. Estas circunstancias, unidas a la aceptación de su nombramiento como director de Pólvoras y Explosivos en 1937, y a la firma del manifiesto titulado «Contra la barbarie fascista», publicado por El Socialista al día siguiente del bombardeo aéreo de Madrid, le convirtieron en objeto de serias represalias a su regreso a España desde Francia en diciembre de 1941, tras la ocupación de París (había conseguido escapar al país vecino en 1939). Ante su forzado abandono del mundo universitario, en enero de 1944 se incorporó al Instituto de Biología y Sueroterapia (IBYS) como asesor técnico de la Sección de Química Farmacéutica. |