Miguel Catalán estudió el bachillerato en el Instituto General y Técnico de Zaragoza, de donde se graduó en 1909. También cursó estudios universitarios en Zaragoza, licenciándose en Ciencias, Sección Químicas, en 1913. Nada más graduarse comenzó a trabajar, y lo hizo en dos frentes: el académico y el industrial. En el primero, sabemos que el 27 de octubre de 1913 fue nombrado ayudante interino de la Sección de Ciencias del Instituto de Zaragoza, puesto que ocupó hasta el 24 de octubre de 1915, aunque debió de pasar temporadas en excedencia ya que ese periodo coincidió con estancias en Madrid. Al día siguiente, el 25 de octubre, tomó posesión del puesto de ayudante numerario de la Sección de Ciencias del Instituto General y Técnico, también de Zaragoza, para el que había sido nombrado después de presentarse a un concurso-oposición. Su vinculación con el mundo de la educación secundaria fue algo que mantuvo durante una parte importante de su vida, como catedrático de Instituto y también como autor de libros de texto de física y química destinados a estudiantes de bachillerato.
En lo referente a su relación con el mundo industrial sabemos que desde el 1 de octubre de 1913 hasta el 30 de septiembre de 1915 desempeñó —compatibilizándolo con sus puestos docentes— el cargo de químico de la Sociedad Aragonesa de Portland Artificial (esto es, cemento). Pero ni la docencia secundaria ni la industria colmaban sus ambiciones. Deseaba avanzar en la ciencia y por ello se trasladó a Madrid con la intención de doctorarse. En la capital vivió al principio en una pensión de la calle del Arenal, en la que era conocido como «el sabio» o «el alpinista», imperando más este último, ya que era, y continuó siéndolo el resto de su vida, un gran amante de la naturaleza, realizando frecuentes excursiones a la sierra madrileña.
En Madrid se vinculó enseguida (desde enero de 1915) con el Laboratorio de Investigaciones Físicas de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE). Allí se unió a la Sección de Espectroscopía del laboratorio, que dirigía Ángel del Campo y Cerdán, catedrático de Análisis Químico de la Facultad de Ciencias de Madrid, quien también fue su director de tesis, dedicada a la Espectroquímica del magnesio. Nuevas líneas en su espectro y en el de la plata (1917). Antes incluso de haber obtenido el título de doctor, Catalán se había planteado la posibilidad de ampliar sus estudios en el extranjero. Habida cuenta de su relación con el Laboratorio de Investigaciones Físicas de la JAE, no podía ignorar las posibilidades que esta institución ofrecía con su política de pensiones. Aunque solicitó —y obtuvo— varias antes, no pudo cumplir su deseo hasta 1920, primero por problemas del servicio militar, y luego por su situación profesional al haber ganado una cátedra de Física y Química en el Instituto General y Técnico de Palencia, que inmediatamente cambió por una en el Instituto de Ávila. Sin embargo, antes incluso de que lograse esta cátedra, la JAE intervino para que Catalán no se moviese de Madrid, y consiguió que fuese agregado al servicio del Instituto-Escuela. Quedó adscrito al Instituto-Escuela como catedrático, una situación que se mantendría hasta que, en 1934, obtuvo una cátedra universitaria.
Finalmente viajó al extranjero pensionado por la Junta. Llegó a Londres en septiembre de 1920, donde trabajó en el Imperial College junto a Alfred Fowler. En la capital inglesa alcanzó su mayor éxito: el descubrimiento de los multipletes, que presentó en un extenso artículo titulado «Series and Other Regularities in the Spectrum of Manganese», publicado en 1922 en las Philosophical Transactions of the Royal Society.
De regresó a Madrid en el otoño de 1921, Catalán continuó sus investigaciones, que cada vez atrajeron más la atención de sus colegas extranjeros. Especialmente intensa fue la colaboración que mantuvo con Arnold Sommerfeld y su grupo en Múnich. Becado por la International Educational Board de la Fundación Rockefeller pasó el curso 1924-1925 en Múnich, acompañado de su esposa Jimena Menéndez Pidal (1901-1990), hija de Ramón Menéndez Pidal, con la que se había casado al regresar de Londres.
En 1934, ya instalado en el nuevo Instituto Nacional de Física y Química, obtuvo una cátedra de Nueva Creación en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid, dedicada a la «Estructura atómico molecular y espectroscopía». No obstante, el horizonte favorable que se abría ante el futuro de Catalán se vio pronto oscurecido por el comienzo de la guerra civil española. El inicio de la contienda le sorprendió, junto a su esposa Jimena y su hijo Diego (que con el tiempo se convertiría en un eminente filólogo), en la casa de campo que su suegro, Ramón Menéndez Pidal, tenía en San Rafael, en la provincia de Segovia. Después de un día de bombardeos por las avionetas de Cuatro Vientos, la familia Catalán huyó a El Espinar, desde donde enseguida se trasladó a la ciudad de Segovia, controlada por las fuerzas comandadas por el general Franco. Allí pasó la guerra, entró a formar parte del profesorado del instituto de bachillerato, y prestó también servicios en un Centro de Información de Heridos. El final de la guerra no modificó sustancialmente esa situación. De regreso a Madrid, se encontró con que no pudo volver a su antiguo laboratorio.
Apartado de la universidad, y en general de la enseñanza pública, para ganarse la vida tuvo que trabajar durante diferentes periodos de tiempo para Mataderos de Mérida, la fábrica de productos químicos Zeltia, Industria Riojana y los laboratorios IBYS. También colaboró en un proyecto que inició su esposa: el establecimiento de un colegio privado que recuperase el espíritu del Instituto-Escuela: el Colegio Estudio, en el que Catalán dio clases de Física y Química y de Matemáticas entre 1940 y 1946.
A comienzos de 1946, recuperó su cátedra universitaria. Sin embargo, la recuperación de su cátedra no significó que se le abriesen las puertas de la investigación oficial, localizada entonces no en la universidad, carente como ésta estaba de prácticamente todo tipo de recursos, sino en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. No obstante, su prestigio y el que continuase recibiendo ofertas de trabajo de Estados Unidos terminarían favoreciendo su entrada en el Consejo, no en su viejo Instituto Rockefeller (ahora bautizado como Instituto de Química-Física Rocasolano), sino en el Instituto de Óptica Daza de Valdés, dirigido por José María Otero Navascués, quien en 1950 nombró a Catalán jefe del Departamento de Espectros.
Otra muestra de que volvía a ser admitido en la España «oficial» fue su elección, en la sesión del 30 de marzo de 1955, como miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid. No llegó, sin embargo, a pronunciar el preceptivo discurso de entrada en la Academia debido a su muerte.
La actividad de Miguel Catalán en la década de 1950 fue muy intensa. En 1952, por ejemplo, fue elegido consejero de la Joint Commission for Spectroscopy de la International Union of Scientific Unions. En 1970, la Unión Astronómica Internacional dio el nombre de «Miguel A. Catalán» a uno de los cráteres de la cara oculta de la Luna, el situado a 46° de latitud sur y 87° de longitud oeste, en reconocimiento a la importancia que el descubrimiento de los multipletes tuvo en el desarrollo de la astrofísica. |