El habla es consustancial a los humanos y la Junta la convirtió en uno de sus objetos de estudio, analizando el variado y complejo mundo de conocimientos que abarca, desde los puramente fisiológicos a los filológicos, históricos y narrativos.
Para realizar sus investigaciones, centradas muchas de ellas en el análisis de romances y sonidos dialectales, los filólogos del Centro de Estudios Históricos liderados por Ramón Menéndez Pidal usaron modernos instrumentos que permitieron grabar y reproducir la señal acústica. Para ello instalaron sus laboratorios en los despachos y en las bibliotecas, pero también en la calle.
Navarro Tomás, Sánchez Albornoz, Américo Castro, Lapesa o Dámaso Alonso, estudiaron el castellano en todas sus variedades. Recorrieron la Península Ibérica con el objeto de catalogar y conocer el patrimonio lingüístico y cultural, hicieron de la fonética una ciencia plenamente experimental y, como la palabra es oral, pero también escrita, no olvidaron la historia de la literatura. Para ellos todo fue importante, desde la humilde tonadilla al precioso códice, potenciando así la universalidad la lengua castellana.
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