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EXILIO EN MÉXICO |
Lugar de acogida y destino final del poeta, México será su segunda patria. Después de pasar una breve temporada en la casa de Octavio Paz y tras varios cambios de domicilio, se instala definitivamente en un pequeño apartamento de Cuauhtémoc, zona en la que vive un amplio sector del exilio español. Apartado voluntariamente de toda actividad política, Prados se entrega de lleno a la elaboración de una obra que subraya cada vez más las vertientes metafísicas presentes en su poesía anterior. En estrecha colaboración con José Bergamín y Juan Larrea se encarga del cuidado de las ediciones que estos publican en Séneca y Cuadernos Americanos. En el Instituto Luis Vives (una de las escuelas fundadas por los refugiados más cercanos al ambiente institucionista) descubre de nuevo una vocación pedagógica que amplía la lección del institucionismo español. Mención especial merece la actuación que desarrolla en favor del grupo de niños españoles llegados a México durante la guerra civil. En 1942 adopta legalmente a uno de ellos, Francisco Sala. Títulos como Mínima muerte o Jardín cerrado evidencian la profunda experiencia interior que comienza a vivir el poeta. De esta etapa es también la selección del volumen Laurel (antología de poesía hispánica moderna) y la reaparición de la revista Litoral, proyecto que acepta con poco entusiasmo. Al final de los años cuarenta abandona toda actividad laboral para dedicarse por completo a su poesía. Vive de forma muy modesta de la ayuda económica que recibe de su hermano Miguel.
A partir de la experiencia liberadora que suponen Río natural y Circuncisión del sueño su palabra da forma final al concepto de Vida Nueva (hecha de amor y solidaridad) que su poesía siempre había perseguido. El poeta rompe los límites de su subjetividad para hablar desde una voz que quiere ser de todos. Metáfora del conflicto mantenido en su interior es la lucha de Jacob y el ángel. En sus años finales, Prados restablece el contacto con su generación a la vez que se autoafirma en su independencia y en la visión abierta del 27 que siempre había defendido. Considerado como «miembro menor» del grupo y silenciado en gran medida en su país, serán los trabajos críticos que le dedican Sanchis-Banús y Blanco Aguinaga los que sienten las bases para el estudio de una obra poética caracterizada por la radicalidad y la pureza de sus planteamientos. Es ahora cuando cede también la propiedad de la Imprenta Sur a los trabajadores que siguen a cargo de la misma y cuando crece el recuerdo de Málaga. Incluida en los ensayos de Aleixandre y José Luis Cano, revistas como Ínsula, Caracola y Cuadernos de Ágora dan a conocer en España la poesía que escribe en esos años. La larga tirada de la antología que publica Losada en 1954 hace que su obra se difunda por diversos países de Latinoamérica. Su enfermedad se agrava tras el dolor que supone la desaparición de amistades tan fieles como las de Altolaguirre y Moreno Villa. La muerte de Prados (abril de 1962) coincide con la salida en España de su libro Signos del ser, publicado por Cela en Papeles de Son Armadans. Entre los múltiples homenajes dedicados a su memoria destacan el poema de Francisco Giner de los Ríos «Llanto con Emilio Prados», emocionado retrato del escritor y elegía que resume las vertientes más profundas de su personalidad. |
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