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la república (1931-1936)

Proclamación de la II República en las calles de Madrid, 14 de abril de 1931

De izquierda a derecha, Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Federico García Lorca y Vicente Aleixandre, con motivo de una comida ofrecida a la hispanista francesa Mathilde Pomés. Madrid, 11 de abril de 1931. Archivo de la Residencia de Estudiantes, Madrid.

De izquierda a derecha, Adriano del Valle, Fernando Villalón y Luis Cernuda en Sevilla, en junio de 1928

Luis Cernuda con un niño de Cuéllar, Segovia, diciembre de 1933. Archivo de la Residencia de Estudiantes, Madrid

Luis Cernuda en Burgohondo, Ávila, julio de 1932
Archivo de la Residencia de Estudiantes, Madrid

La llegada de la República supuso el lanzamiento de proyectos educativos y culturales como La Barraca -el teatro ambulante de Lorca -que llevaba a los pueblos más remotos representaciones de piezas clásicas españolas- y las Misiones Pedagógicas -importante iniciativa educativa del nuevo gobierno republicano que pretendía llevar la cultura y la educación a lejanos parajes de la geografía española.

Cernuda se sumó a este segundo proyecto. Al principio su labor consistió en conseguir libros, desde la sede del Patronato en Madrid, para proveer a todas las escuelas nacionales de una biblioteca mínima en la que los alumnos pudieran leer algunos de los grandes clásicos de la literatura española y universal. Pero en 1932 decidió unirse a un grupo de «misioneros» del Museo del Pueblo, que mostraban a los aldeanos copias de cuadros famosos del Museo del Prado, hechas por Ramón Gaya, Juan Bonafé y Eduardo Vicente. Con este grupo recorrió, entre otros, los pueblos de Burgohondo, en Ávila (julio de 1932); Cifuentes, en Guadalajara (noviembre de 1932); Pedraza, en Segovia (enero de 1933); Toledo (abril de 1933); Nava de la Asunción, Coca y Cuéllar, en Segovia (diciembre de 1933), Teruel (mayo de 1934); Aracena, Ayamonte e Isla Cristina, en Huelva (verano de 1934); y Ronda, en Málaga (septiembre de 1934).

De izquierda a derecha, Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Federico García Lorca y Vicente Aleixandre, con motivo de una comida ofrecida a la hispanista francesa Mathilde Pomés. Madrid, 11 de abril de 1931

Pero si las Misiones Pedagógicas brindaron a Cernuda la oportunidad de ir profundizando en sus conocimientos sobre la pintura clásica española, fue también una escuela de «sensibilización» hacia el lamentable estado en que se encontraba sumergido el país desde hacía siglos. Esta experiencia le abrió los ojos a la triste realidad social, a la miseria cultural en que vivía una parte importante de la población española.

No es de extrañar su reacción indignada, el notable cambio que sufrió su actitud ideológica, que se volvió revolucionaria, aunque no plenamente marxista. En esta línea cabe destacar la declaración que bajo el título «Los que se incorporan» publicó en Octubre, la revista de Rafael Alberti. En dicha nota Cernuda expresó un rechazo absoluto de la sociedad capitalista moderna. Sin embargo, una lectura detenida del texto evidencia que Cernuda tal vez no tenía una idea muy clara de lo que el comunismo representaba en términos de organización económica y social. A juzgar por esta declaración, lo único que le interesaba en ese momento era acabar con el sistema capitalista existente, para que el hombre pudiera así volver a una vida enteramente natural, libre de cualquier ley o código social que pudiera corromper su espíritu. Más que conseguir el progreso material del hombre, a Cernuda le interesaba conseguir su liberación espiritual.

Mientras tanto, entre 1932 y 1933, y en las páginas de la revista Héroe, Cernuda publicó los primeros poemas de su siguiente serie[,] Donde habite el olvido, que vería la luz a finales de 1934. En marzo de 1933 apareció una breve antología, La invitación a la poesía, impresa, lo mismo que la revista Héroe, por los poetas Manuel Altolaguirre y Concha Méndez.

Los viajes que Cernuda realizó con las Misiones Pedagógicas por Andalucía entre 1933 y 1934, así como su amistad con Bernabé Fernández-Canivell, Emilio Prados, Miguel Prieto y los hermanos Darío y Gerardo Carmona, dieron lugar a una nueva serie de poemas, cuya temática principal era el mar: «A un muchacho andaluz», «Soliloquio del farero», «El joven marino» que, junto con otros poemas, conformarían la colección Invocaciones a las gracias del mundo. En ellos, Cernuda se entregó a una mitificación de la tierra y del mar andaluces muy similar a la que antes había ensayado al escribir su relato «El indolente».

Luis Cernuda en Burgohondo, Ávila, julio de 1932

De esta manera, hacia 1935, Cernuda se adentró en el andalucismo romántico. Fruto de esta nueva aventura fueron los ensayos «Bécquer y el romanticismo español» y «Divagación sobre la Andalucía romántica», publicados en la revista de José Bergamín, Cruz y Raya. Su interés por el romanticismo nació con la obra de Bécquer y creció con la poesía de los románticos ingleses -Byron, Shelley y Blake-. Sin embargo, ningún romántico le influyó tan decisivamente en este período como el alemán Friedrich Hölderlin, cuya influencia se percibe en los poemas «Himno a la tristeza» y «A la tristeza de los dioses» ambos incluidos en Invocaciones.

Después de Perfil del aire, Cernuda sólo había publicado el poemario Donde habite el olvido. Tenía, pues, otros cuatro inéditos: Égloga, elegía y oda, Un río, un amor, Los placeres prohibidos e Invocaciones. En abril de 1936, después de preparar una versión refundida de Perfil del aire -que a partir de entonces se conocería como Primeras poesías-, Cernuda reunió su obra conjunta en un volumen titulado La realidad y el deseo. El libro fue recibido con grandes elogios por poetas y críticos como Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Arturo Serrano Plaja y Manuel Altolaguirre. Pero en el homenaje que sus compañeros de generación le brindaron el 19 de abril en un café de la calle Botoneras de Madrid, ninguno habló con más fervor ni con más penetración poética que Federico García Lorca: «La realidad y el deseo me ha convencido con su perfección poética sin mácula, con su amorosa agonía encadenada, con su ira y sus piedras de sombra. Libro delicado y terrible al mismo tiempo, como un clave pálido que manara hilos de sangre por el temblor de cada cuerda»  6 .

La publicación de La realidad y el deseo debería haber servido para consagrar a Cernuda como uno  de los grandes poetas de su generación. Pero la historia dispuso otra suerte: en julio de 1936 estalló la guerra civil, poniendo fin, abrupta y violentamente, a una época en la vida de toda una generación. Si alguien leía o no leía la poesía de Cernuda era algo que importaba poco ante la dramática situación que ahora afrontaba el país.

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