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Arquitectura en la Residencia Memoria
restaurada
Estanislao Pérez Pita es, junto con Jerónimo Junquera, autor del proyecto de rehabilitación de los cuatro pabellones del conjunto de la Residencia de Estudiantes. En su proyecto han tenido en cuenta criterios de adaptabilidad a la función del edificio a la vez que de respeto y recuperación de las señas de identidad de la edificación original. Estanislao Pérez Pita |
Recuerdo, aunque no el año, mi primera visita al Transatlántico. Pepe (García-Velasco) y Alicia (Gómez-Navarrro) nos habían encargado el trabajo de llevar a cabo la remodelación del conjunto de edificios de la Residencia. Estaban al frente del recién iniciado proyecto de recuperar el espacio cultural que la Residencia ocupó hasta que fuera violentamente interrumpido por la guerra civil. Traspasar la cerca que lo protegía fue descubrir de inmediato el lamentable estado del edificio, todavía mucho peor de lo que se adivinaba por encima de la tapia. De repente, aquella ruina se convirtió en símbolo inequívoco del olvido al que se había sometido, durante los años de la dictadura, al pasado del que sus muros habían sido testigos. El abandono en el que se encontraba el edificio, que incluso amenazaba ruina, dolorosamente significaba el desprecio mostrado durante tantos años por todo lo que ese edificio podía representar para muchos de los que, por razones intelectuales, culturales o incluso ideológicas, lo habíamos querido y admirado. El respeto que las instituciones muestran por la arquitectura donde el hombre mora o trabaja es reflejo de la autoestima que éstas sienten por sí mismas y del respeto hacia los ciudadanos a los que deben servir. El Transatlántico en el estado en que se encontraba penosamente corroboraba este pensamiento. Al iniciarse esta segunda etapa, la actividad de la Residencia se centra en volver a asumir el papel de vanguardia que en la esfera intelectual del país tuviera, en convertirse en foro abierto y atento a toda manifestación cultural, científica o artística, y, entre sus objetivos prioritarios, en la dignificación de la arquitectura de sus edificios. El proyecto de rehabilitación de la edificación se concibió con un rigor metodológico coherente con la propia institución. Se organizó como un proceso que iniciándose desde lo general fuera alcanzando lo particular, lo concreto. La dirección de la Residencia quiso que los trabajos se iniciaran investigando y descubriendo el origen y los avatares sufridos por el conjunto de los edificios que compusieron el complejo original. En base a este trabajo historiográfico, se elaboró un Plan Director de la Colina de los Chopos en el que se proponía una secuencia de intervenciones con objeto de poder ir recuperando y estructurando el espacio incluido en todo el recinto histórico. Entre los objetivos fundamentales del Plan Director pueden destacarse el de peatonalizar el recinto mediante la creación de un aparcamiento subterráneo; el de permeabilizar el recinto, de modo que la ciudad, entre la Castellana y Serrano, pueda, con la creación de itinerarios peatonales, fundirse; el de recuperar los espacios intersticiales que los edificios existentes dejan entre sí, demoliendo pequeñas edificaciones auxiliares que han ido salpicando y colmatando el espacio público, para finalmente, y después de una catalogación previa de todos los edificios, proceder a la rehabilitación paulatina de los mismos. Las dificultades que surgen por ostentar la titularidad de los edificios dos instituciones diferentes (el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y el Instituto Ramiro de Maeztu) han provocado que hasta la fecha el Plan Director en su conjunto no haya pasado de ser más que una digna declaración de intenciones. El plan, no obstante, establecía áreas de actuación, una de las cuales está constituida por el conjunto que forman los Pabellones Gemelos, el Pabellón Central, el Transatlántico, el quinto pabellón y otras pequeñas edificaciones como la Casa del Director de la Residencia y el pabellón de portería. Esto nos permitió, respetando la filosofía del Plan Director, acometer el proyecto de rehabilitación de los edificios más importantes de la Residencia. El proyecto entraba de lleno en una cuestión estrictamente disciplinar, clave en esta parcela de la arquitectura de la rehabilitación y/o restauración: cuáles son los criterios bajo los cuales se ha de intervenir en la arquitectura histórica. De igual manera, qué partes pueden alterarse, transformarse, suprimirse o añadirse en el edificio objeto de la intervención; qué debe ser restituido o con qué intensidad deben ser realizadas, si es que se pueden, estas cuestiones, y, finalmente, qué lenguaje arquitectónico debe utilizarse para plasmar la intervención. Uno piensa que la arquitectura, contrario a lo que ocurre en otras artes, surge o nace con el «estigma» de su inevitable transformación. La inviolabilidad del edificio es en realidad una idea reciente que surge a principios de este siglo y que se desarrolla a la vez que se empieza a considerar la arquitectura como «obra de autor», tan individual y autónoma como el pintor considera su cuadro o el poeta sus versos. Por el contrario, uno entiende que la arquitectura nace desde la obligatoriedad de adaptarse a las necesidades del hombre que la usa, disfruta o sufre (según los casos), y que esta adaptabilidad a la función, al uso o al paso del tiempo (el deterioro que éste produce) es un proceso en el que la superposición de capas o estratos consecuencia de las diferentes intervenciones es consustancial a la esencia de la obra del arquitecto, que finalmente es un producto complejo, ecléctico y, si se quiere expresar así, sucio. Esta concepción, esta característica tan exclusiva de la obra de arquitectura, es la que la mantiene viva a lo largo del tiempo, activa y alejada de la posibilidad de convertirse en pieza muerta de museo, que es lo que inevitablemente ocurre cuando a la arquitectura se la despoja de su necesidad de «servir para algo», de su función (concepto, ya sé, actualmente despreciado en nuestras más recientes tendencias del pensamiento arquitectónico). El proyecto de rehabilitación de los edificios de la Residencia se abordó desde esta actitud ideológica. El proyecto original de los edificios de Antonio Flórez y de Francisco Javier Luque había sido alterado en diferente grado: el Transatlántico, muy intensamente; el Central, moderadamente, y los Gemelos, levemente. A estos tres últimos, en los años cuarenta, se les añadió una planta según un proyecto tan mimético que resultaba a veces difícil de identificar qué partes son añadidas y cuáles originales. Así mismo, este arquitecto introdujo una galería de unión de los tres edificios que distorsionaba gravemente la concepción de edificación aislada que Flórez propuso en sus edificios originales. Todos los edificios, excepto el quinto pabellón y la Casa del Director (que no pertenece en la actualidad a la Residencia de Estudiantes), fueron objeto de un minucioso levantamiento planimétrico y fotográfico del estado en el que se encontraban. Con esa imprescindible información y respetando el marco y las directrices del Plan Director se inició la redacción de los proyectos de rehabilitación de los cuatro edificios: el Transatlántico, el Central y los dos Gemelos, siguiendo un pormenorizado y ambicioso programa de necesidades que fue elaborado por la dirección de la actual Residencia. Previamente se habían investigado la historia y los avatares que los edificios habían sufrido (que quedaron recogidos en la exposición que con motivo de la inauguración del Transatlántico se organizó en el propio edificio), lo que sirvió para intentar reconstruir, en la medida de lo que fue posible, sus plantas originales. Paralelamente a este trabajo de gabinete iniciamos el de campo. Proceso similar al del arqueólogo que debe estudiar e interpretar los diferentes estratos que van apareciendo, las trazas y huellas con las que cada intervención ha ido marcando al edificio, así se van descubriendo las señas de identidad propias del edificio, se van identificando aquellos elementos que lo caracterizan espacial, estructural y tipológicamente, se va adivinando el orden, la estructura espacial propuesta en la edificación original. Se va descubriendo y reconstituyendo lo esencial de la propuesta arquitectónica original. Conservar y recuperar estos valores es lo esencial del trabajo del arquitecto sobre el edificio histórico, a la vez que constituye el mayor respeto para con el arquitecto autor de la obra, la mayor consideración con el edificio, que de no ser transformado para que pueda sobrevivir al tiempo, morirá. El proyecto de la rehabilitación de los edificios de la Residencia se realizó desde estos principios, desde los mismos con los que se ha realizado el proyecto de su amueblamiento y desde los que realizaríamos el proyecto de la urbanización del conjunto, construcción del jardín y el de un posible nuevo auditorio (el original es hoy la iglesia del Espíritu Santo), con lo que quedaría finalizada la obra. |