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CENTRO DE DOCUMENTACIÓN

La biblioteca y el archivo del
MUSEO PEDAGÓGICO NACIONAL(1882-1942)

La biblioteca y el archivo del Museo Pedagógico Nacional, reunidos por sus directores Manuel Bartolomé Cossío y Domingo Barnés desde su fundación en 1882, fueron donados al Centro de Documentación de la Residencia de Estudiantes por el CSIC en 1987. En este artículo se describe la estructura de esta biblioteca, integrada por cerca de 35.000 volúmenes, entre los que se incluye un valioso fondo antiguo de los siglos xvi al XIX y ediciones del primer tercio del siglo XX.

Alfredo Valverde

El Museo Pedagógico Nacional fue creado por Decreto Ley de 6 de mayo de 1882 durante el primer gobierno liberal de la Restauración, presidido por Mateo Sagasta, siendo director general de Instrucción Pública Juan Facundo Riaño. Su denominación inicial fue Museo de Instrucción Pública y se instaló en el mismo edificio de la entonces Escuela Normal, situada entre las calles de San Bernardo y Daoiz (hoy Instituto Lope de Vega). Manuel Bartolomé Cossío obtuvo por oposición la plaza de director y Ricardo Rubio la de secretario.

En su intervención como delegado en la Conferencia Internacional de Educación en Londres, en 1884, acompañado por Francisco Giner de los Ríos, Cossío comunica la necesidad de la reforma pedagógica en España y los objetivos trazados por el Museo para su realización: «El Museo es esencialmente un Museo Pedagógico, no un Museo escolar: quiero decir con esto que está llamado a servir a la educación de los maestros más que a la de los niños. [... ] Ante todo, el Museo debe ayudar a la formación de los educadores, siendo centro y exposición permanente y viva del estado de nuestras escuelas».

Esta declaración de principios estuvo acompañada de una exposición acerca de la organización de esta institución, que, hasta 1941, desarrollaría una amplia y decisiva influencia en la renovación de la escuela española, introduciendo las innovaciones más progresistas y aglutinando a la mayor parte de las personas y los movimientos que intentaron aproximar nuestra educación a las nuevas exigencias científicas y sociales.

Un proyecto de renovación pedagógica y cultural

El punto de partida de este renacimiento intelectual hay que buscarlo en la introducción de la filosofía krausista en España hacia 1843, divulgada por Julián Sanz del Río, y en la creación de la Institución Libre de Enseñanza en 1876, impulsada por Francisco Giner de los Ríos. Las favorables relaciones de los institucionistas con los gobiernos liberales, en la que sería su primera incursión en la política educativa oficial, facilitaron la creación de un museo pedagógico destinado a influir en el perfeccionamiento de la instrucción. La creencia de que la transformación social sólo sería posible a través de la educación, que esa transformación debía empezar por la enseñanza primaria y que de la formación del maestro dependía el resto de los elementos que componen la enseñanza –métodos, organización, material– eran algunos de los postulados que compartieron la Institución Libre de Enseñanza y el Museo Pedagógico Nacional, cuyas vinculaciones fueron múltiples y constantes.

Los antecedentes del Museo Pedagógico Nacional se encuentran en los numerosos museos pedagógicos que proliferaron en toda Europa a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Estos museos surgieron como respuesta a las nuevas necesidades de formación de los maestros que se derivaron del desarrollo industrial, la institucionalización del sistema escolar a nivel primario y la preocupación por mejorar las condiciones higiénicas y pedagógicas a adoptar en la construcción, mobiliario y material escolar. Otra causa de no menor importancia fue la consideración de la educación como factor fundamental por parte de los gobiernos de los incipientes nacionalismos.

En casi todos los países europeos surgieron «museos pedagógicos», centros que albergaban una biblioteca de obras de educación, legislación y administración escolares, así como de otras materias, junto a colecciones de material de enseñanza y de mobiliario escolar que cumplían no sólo una función recopilatoria, sino principalmente didáctica, atenta a las innovaciones técnicas.

El Museo, centro de investigación y enseñanza

El Museo Pedagógico Nacional se organizó de acuerdo con el Reglamento de 26 de agosto de 1882 y tuvo entre sus objetivos el de «cooperar al progreso de la educación nacional, reuniendo medios de trabajo y utilizándolos en estudios e investigaciones de carácter pedagógico; ayudar con sus colecciones, biblioteca y enseñanzas, especialmente a la obra de las Escuelas Normales primarias; sustituir, hasta donde sea posible, la enseñanza normal de los otros grados de estudios, donde aquélla no existe todavía; informar al Gobierno, a las autoridades académicas y al profesorado, así como a particulares cuando deseen consultarle, sobre cualquier extremo relativo a la educación y a la enseñanza, e iniciar y propagar en España nuevas instituciones pedagógicas, ensayadas ya en otros países». En palabras de Cossío, el Museo quería «contribuir al estudio de los problemas modernos de la pedagogía, dar a conocer en España el movimiento pedagógico extranjero y ayudar a la formación de los maestros».

Además de tener entre sus funciones la configuración de las distintas colecciones y la biblioteca, el Museo Pedagógico desarrolló una actividad docente y de investigación que se materializó en un servicio de información relativo a publicaciones, legislación o experiencias pedagógicas; un servicio de orientación pedagógica dirigido fundamentalmente a los maestros para ayudarles en temas como ampliación de estudios, normas para combatir el analfabetismo o aspectos como mobiliario, higiene, cantinas o viajes escolares, y un servicio de publicaciones que editaba trabajos producidos por los educadores españoles, bibliografías y obras de divulgación educativa. Al Museo también se le encomendó la organización de conferencias y cursos de especialización para el magisterio y la creación de laboratorios para llevar a la práctica las innovaciones didácticas de la pedagogía. En 1887 introduce por primera vez en España la organización de Colonias Escolares inspiradas en los conceptos más modernos de la educación, según los cuales debía procurarse el desarrollo armónico de todas las facultades humanas, físicas, intelectuales y morales, en un momento en que el movimiento en favor de la educación física ganaba adeptos en Europa.

Además de Manuel B. Cossío y Domingo Barnés en la dirección, fueron protagonistas de la organización del Museo Ricardo Rubio, primer colaborador de Cossío desde su creación, Rafael Altamira y Pedro Blanco Suárez, secretarios, y Luis Gutiérrez del Hoyo, responsable de la biblioteca, además de Luis Simarro o Ignacio Bolívar, que colaboraron en cursos de formación, y de Lorenzo Luzuriaga, en tareas de inspección técnica de primera enseñanza.

Las colecciones del Museo: el material de enseñanza

De acuerdo con los fines que debía cumplir el Museo, el reglamento establecía la formación de varias colecciones de materiales de enseñanza: a) material didáctico para las distintas disciplinas, tales como mapas, láminas o encerados; b) proyectos y planos de construcciones escolares; c) mobiliario escolar; d) trabajos escolares; e) muestras de caligrafía española; f) trabajos de aguja, especialmente bordados. Esta última colección llegó a ser realmente valiosa y se inició con donativos de coleccionistas y conocedores del arte popular, como Doña Emilia de Gayangos, Juan Facundo Riaño o el conde de Valencia de Don Juan, entre otros, que contribuyeron a dar a conocer y reivindicar el arte popular. También se exponía el mobiliario y el material de enseñanza que los autores, casas comerciales, industriales o particulares enviaban para darlos a conocer al público, junto con varias colecciones de cerámica popular española y de minerales y fósiles que pudieron recogerse en excursiones. Algunos de estos materiales, después de su dispersión tras la guerra civil, pasaron a formar parte del patrimonio histórico-artístico de la Universidad Complutense de Madrid.

La biblioteca del Museo Pedagógico Nacional

Conservada actualmente en la Residencia de Estudiantes, la biblioteca del Museo Pedagógico se compone de cerca de 35.000 libros, 300 títulos de revistas y más de 10.000 folletos. En sus primeros años de existencia la biblioteca se nutrió de los materiales procedentes del Congreso Pedagógico Nacional de 1882; de las partidas del presupuesto que se destinaron principalmente a la adquisición de libros y revistas extranjeras, de acuerdo con sus objetivos de divulgar los progresos educativos en los demás países, y de diversas donaciones particulares. En 1887 la biblioteca se vio acrecentada con parte de los fondos del Ministerio de Fomento. En 1895 una orden ministerial dispuso que el Museo se hiciera cargo de la biblioteca formada por la Dirección General de Instrucción Pública con todos los libros de texto publicados hasta el momento. En los años sucesivos sus fondos se irían enriqueciendo hasta ser la segunda biblioteca de Madrid con mayor número de lectores, después de la Nacional. Sus usuarios fueron los estudiantes de la Universidad Central, de las escuelas normales, de la Escuela Superior de Magisterio, de los institutos de segunda enseñanza, profesores y maestros.

Su importancia sería reconocida por el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual al proponerla en 1934 como Centro de Documentación Español en el marco de un proyecto de creación, en los diversos países europeos, de centros nacionales de documentación pedagógica, lo que suponía el reconocimiento internacional a la labor realizada.

La biblioteca se organizó en torno a tres secciones: obras especializadas en pedagogía, obras de cultura general y colecciones de revistas, principalmente pedagógicas. Las tres secciones eran en parte circulantes, constituyendo el primer ensayo de este tipo en nuestro país. En los años veinte se creó otro servicio circulante para niños con libros de literatura, viajes, historia, etc.

En 1932 se trasladó a su nueva sede en el Paseo de la Castellana, en el edificio construido para la Escuela de Magisterio (actualmente ocupado por la Escuela Superior del Ejército), donde también se alojaron la Escuela de Sordomudos y el Patronato de las Misiones Pedagógicas. Tras la guerra civil, por Decreto de 29 de marzo de 1941, se creó el Instituto San José de Calasanz de Pedagogía y quedó extinguido el Museo Pedagógico en su organización científica y administrativa. Su biblioteca se trasladó al recién creado Instituto de Pedagogía, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Tras la desaparición de dicho Instituto, la biblioteca fue cedida por el CSIC en 1987 a la Residencia de Estudiantes, en cuyo Centro de Documentación se halla disponible, desde entonces, para su consulta por los investigadores. En su ubicación actual, la biblioteca del Museo Pedagógico conserva en su práctica totalidad los fondos que tuvo hasta 1939. Su actual organización distingue las siguientes colecciones:

a) Fondo general de Pedagogía

Es el núcleo principal de la biblioteca y está constituido por cerca de 30.000 volúmenes. Reúne obras especializadas de todas las corrientes y tendencias que conformaban el ámbito de la educación a nivel mundial, con ediciones de los más importantes teóricos, como Pestalozzi, Fröbel, Claparede, Binet, Spranger, Durkheim, Dewey, Gentile o María Montessori, junto a los trabajos de los pedagogos españoles, como Francisco Giner de los Ríos, Lorenzo Luzuriaga, Domingo Barnés, Rodolfo Llopis, Ángel Llorca o Luis de Zulueta, entre otros muchos. Contiene también las publicaciones de los principales centros de renovación educativa como fueron la Institución Libre de Enseñanza, la Junta para Ampliación de Estudios, el Instituto-Escuela o el propio Museo, junto a enciclopedias, diccionarios y bibliografías, organización y legislación escolar y obras de formación general que abarcan áreas como filosofía, bellas artes, ciencias físicas y naturales o literatura, tanto de autores españoles como extranjeros, clásicos y contemporáneos.

b) Libros escolares y literatura infantil

Procedente de la Biblioteca Circulante para Niños que el Museo creó en los años veinte, se formó a partir de libros de literatura infantil y textos escolares que contribuyeran al aprendizaje –dentro de la instrucción primaria– de la lectura, la escritura y el cálculo. Suman un total de 3.800 volúmenes, contando con los que se le fueron añadiendo a partir de 1940.

Cartillas, gramáticas, lecciones sobre la naturaleza, lecturas sobre personajes históricos, viajes, cuentos, normas de urbanidad o literatura componen este fondo, de gran interés bibliográfico por las especiales circunstancias del libro infantil como son su fácil deterioro y su difícil localización.

c) Colección de manuscritos y «raros» de los siglos XVI al XIX

Separada de la colección general por un criterio de antigüedad y valor de las ediciones y las encuadernaciones, esta sección de la biblioteca se compone de 1.882 volúmenes de los siglos XVII al XIX, en su mayor parte, con algunos ejemplares del siglo XVI. Completa así el ciclo histórico sobre la educación en España mediante impresos y manuscritos de gran rareza bibliográfica.

Merece destacarse la colección de muestras caligráficas que a principios de siglo donó Manuel Rico y Sinobas, catedrático de la Universidad Central y autor de un Diccionario de calígrafos españoles, al Museo Pedagógico. La conservación de este material utilizado en la fase de aprendizaje de los calígrafos aspirantes a maestros es excepcional. El prestigio social que alcanzaron hizo que constituyeran una asociación: la Congregación de San Casiano, fundada por los «maestros del arte de escribir» en 1642, de la cual se conservan sus Ordenanzas, publicadas en 1647, junto a las mencionadas muestras caligráficas originales de los principales maestros, entre ellos las familias García Moya o Díaz Morante, además de caligrafías y alfabetos impresos de gran belleza tipográfica.

Incluye, además, numerosos reglamentos, memorias, estatutos, dictámenes, reales cédulas y provisiones relativas a universidades, escuelas de nobles, academias y seminarios desde el siglo XVII. Finalmente, hay que destacar los escritos pedagógicos de Pablo Montesino, máximo difusor en España de innovaciones educativas durante la primera mitad del siglo XIX, cuyos manuscritos Curso de educación. Métodos de enseñanza y pedagogía, Las noches de un emigrado y Ligeros apuntes y observaciones sobre la instrucción secundaria o media y la superior o de Universidad se encuentran en esta sección.

d) Revistas

La biblioteca estuvo suscrita a las publicaciones periódicas más relevantes del momento, tanto españolas como extranjeras. Entre los títulos que componen esta sección se encuentran las colecciones completas del Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, Revista de Pedagogía, La Lectura, Pro Infantia, La Escuela Moderna, entre otras muchas revistas de diversas disciplinas como Archivo Español de Arte y Arqueología, Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Anales de la Junta para Ampliación de Estudios, Revista de Filología Española, Revista de España o Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Entre las extranjeras, se encuentran títulos como Revue Pédagogique, Rivista Pedagogica, The Psychological Review o Educational Review.

A estas secciones hay que añadir una colección de folletos en materia de pedagogía de los siglos XIX y XX y otra, más específica, sobre educación de sordomudos y ciegos, compuesta por libros, folletos, revistas y publicaciones en braille.

Finalmente, se ha conservado –aunque creemos que no en su totalidad– el archivo del Museo Pedagógico, donde se encuentra la documentación económica y administrativa del Museo desde 1882 a 1934, junto a informes, programas, planes de estudios, catálogos de material y mobiliario escolar, legislación pedagógica y artículos de prensa, en número aproximado de 5.500 documentos.

MANUEL BARTOLOMÉ COSSÍO
Director del Museo Pedagógico Nacional

Nacido en Haro (Logroño) en 1857, M. B. Cossío se licencia en Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid en 1874, donde es condiscípulo de Leopoldo Alas, Marcelino Menéndez Pelayo y Joaquín Costa, a través del cual conoce a Francisco Giner de los Ríos. En 1876 se matricula en un curso de lenguas en la incipiente Institución Libre de Enseñanza, al tiempo que colabora como profesor auxiliar y estrecha la amistad con los institucionistas, especialmente con Francisco Giner de los Ríos. Al año siguiente se le concede una beca para la Universidad de Bolonia. Obtiene en 1882 la cátedra de Historia de las Bellas Artes en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona y participa en el Congreso Nacional de Pedagogía celebrado en Madrid. En noviembre de ese mismo año es nombrado director del Museo Pedagógico Nacional, después de opositar al cargo, desde el cual dirige las primeras Colonias Escolares organizadas en España en 1887, y ocupa la primera cátedra de Pedagogía Superior. En 1908 publica El Greco, obra fundamental en la investigación de un pintor entonces poco conocido. Son frecuentes los viajes al extranjero, donde visita las principales instituciones pedagógicas y centros de enseñanza. En 1915 muere Giner de los Ríos y Cossío asume la dirección de la Institución Libre de Enseñanza hasta su jubilación en 1927, año en que pasa a ser director honorario del Museo Pedagógico Nacional, siendo sustituido por Domingo Barnés. En 1931 es nombrado Ciudadano de Honor de la República y presidente del Patronato de las Misiones Pedagógicas. Fallece en 1935 en Collado Mediano (Madrid).