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Palabra
y memoria
Luis Mateo Díez
Los excepcionales testimonios del Archivo de la Palabra, que ahora se reedita, son el hilo de reflexión de este artículo del escritor leonés Luis Mateo Díez. El autor resalta la importancia de la memoria perpetuada en el Archivo en un momento en el que, según sus propias palabras, «lo imaginario renuncia cada vez más al alimento de la memoria». |
El maravilloso Archivo de la Palabra que grabó el Centro de Estudios Históricos entre 1931 y 1933, cuya edición en vinilo regrabada en 1988 sigue siendo una joya entre las publicaciones de la Residencia de Estudiantes, se lanza ahora en CD, de modo que ese patrimonio único de voz y cultura encuentra la posibilidad de una difusión de más largo alcance. El Archivo nos depara la fascinante oportunidad de escuchar, entre otras muchas, las voces de Azorín, Juan Ramón Jiménez, Baroja, Menéndez Pidal, Ramón y Cajal, Unamuno, Valle-Inclán, los hermanos Álvarez Quintero, Benavente, Ortega... Regalo de la memoria Y escuchar la voz, sentir la atmósfera que envuelve la realidad de su tono, de su confidencia al leer o decir, ese casi imposible testimonio vital de unas existencias tan excepcionales, es un impagable regalo de la memoria, de esa memoria de la vida que se ha perpetuado en el Archivo. Sólo una tecnología adecuada permite derrotar al tiempo con esta supervivencia de la voz. Nuestra actualidad, la realidad que ahora vivimos, el mundo en el que estamos, una parte sustancial del largo camino del siglo que ahora acaba, tiene multiplicadas esas tecnologías, y el patrimonio de nuestra huella acabará siendo casi excesivo. Pero hacia atrás, más allá de la huella escrita, no es mucho lo recuperable: imágenes primitivas, voces que encontraron esta excepcional oportunidad y que suenan como si su distancia también las hubiese impregnado de sepia. Todas las contribuciones que redundan en la memoria, en la memoria de la cultura, en la memoria de la vida, redundan, a la vez, en el patrimonio de nuestra identidad. A fin de cuentas, la memoria es ese depósito sustancial de lo que somos, y de alguna manera el cúmulo de las memorias individuales en un momento determinado es lo que constituye, con lo que en ese momento sucede, la memoria histórica. Tiempos desmemoriados Poder contar con el atributo de la voz a favor de la memoria es poder contar con otro elemento, vivo y afectivo, de la misma, un dato elocuente para incrementar su conciencia. Todos sabemos que la memoria ha sido, y acaso sigue siendo, uno de los grandes temas literarios del siglo que ahora acaba, y hay quien dice que la liquidación del siglo va a acarrear una disolución de la misma, que se avecinan tiempos desmemoriados, que la modernidad hace tabla rasa del pasado, que lo imaginario renuncia cada vez más al alimento de la memoria. Es fácil percibir una disociación cada día mayor de imaginación y memoria: la literatura, la ficción literaria, parece propicia a otro tipo de alimento. Serán, a buen seguro, asuntos a debatir en los tiempos que se acercan y será difícil aceptar algún destino artístico ajeno a la memoria que no transforme su pálpito en lo que entendemos por la propia materia de la vida. En esta ocasión, se trata exclusivamente de reseñar el reencuentro con una memoria de la voz que sigue siendo un hallazgo emocionante, todo un ejemplo de cómo testimoniar la cultura y poner barreras al olvido. Archivo de
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