Massimo Cacciari, filósofo nacido en Venecia en 1944, es profesor de Estética en la Escuela de Arquitectura de su ciudad natal y alcalde por la coalición El Olivo desde diciembre de 1997. Ha escrito numerosos libros de ensayo, entre los que destacan Oikos (1975), Pensiero negativo (1977), Icone della Lege (1985), L´Angelo necessario (1986), Zeit ohne Kronos (1986) y Drama y duelo (1989). Massimo Cacciari ha acudido a la Residencia de Estudiantes en dos ocasiones, en mayo de 1992 como invitado del ciclo Viena 1900 y en noviembre de 1997 como ponente de las jornadas Pensar el futuro de Europa.

Con ningún otro país como con España he tenido a lo largo de los últimos años una relación cultural y humana tan intensa, y con ningún otro organismo cultural español como con la Residencia de Estudiantes. No sólo he participado en sus diferentes seminarios y encuentros, sino que siempre he seguido desde lejos sus trabajos y actividades. En la Residencia el trabajo se resuelve a través del diálogo y la discusión. No como en tantas otras partes donde los encuentros son apenas un ritual de presentación de textos ya preparados y alguna que otra pregunta improvisada. En la Residencia, por el contrario, siempre te encuentras con un clima particular: se trata de pensar juntos, de avanzar mediante un diálogo en común. Y esto en particular me ha ocurrido en la última ocasión para el encuentro sobre la idea de Europa con Francisco Jarauta y Sami Naïr.

En la Residencia es imposible no sentir la necesidad de la relación, de la interdependencia de las ideas. No se trata de una interdisciplinariedad académica, y mucho menos de un confuso eclecticismo, sino del rigor de una búsqueda consciente de su ser in fieri, capaz de exponer con sobriedad sus mismos límites, sus incertezas, sus aporías. En la Residencia cada rostro, diría, testimonia cómo la verdadera tarea de un pensamiento libre y responsable no es el dictar respuestas, y mucho menos afirmarlas con intransigente intolerancia, sino que está en la capacidad, en la fuerza de la escucha.

Y es, finalmente, bello sentir cómo la Residencia sabe manifestar este carácter con una justa «levedad», con ironía, diría incluso, con gracia.