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Poesía
en la Residencia
La historia de la Residencia se encuentra estrechamente ligada a la poesía a través de nombres como Juan Ramón Jiménez, García Lorca, Prados o Moreno Villa, que vivieron y, en ocasiones, compusieron en ella algunas de sus obras. En esta nueva etapa la poesía ha seguido siendo uno de los principales objetos de atención. Así surgió «Poesía en la Residencia», una iniciativa de su Asociación de Amigos, que ha traído hasta esta casa a lo más destacado de las últimas generaciones de poetas españoles y, en un elevado número, hispanoamericanos. Fue precisamente un chileno, Gonzalo Rojas, el primer protagonista de un nuevo proyecto, Poeta en Residencia, modalidad que permite al invitado una estancia más prolongada en la casa. |
Realizar una aproximación a lo que en su etapa histórica, desde 1910 hasta 1936, significó la poesía en y para la Residencia de Estudiantes, requiere una extensión imposible en cualquier revista. La poesía, como la ciencia, estuvo en el origen de la idea fundacional, que es lo mismo que decir que estaba en el pensamiento y la sensibilidad de quienes hicieron posible la Institución Libre de Enseñanza, y muy particularmente en la de aquel discípulo de Francisco Giner de los Ríos a quien se confió la responsabilidad de dirigir la Residencia, Alberto Jiménez Fraud. Por eso no es de extrañar que Juan Ramón Jiménez se albergara tempranamente en esta casa cuando su sede se encontraba aún en la calle Fortuny, y que Jiménez Fraud eligiera a otro poeta como asiduo colaborador en los trabajos diarios, José Moreno Villa. Cuando se nombra el azar como aliado de lo que después sería la aparición entre los residentes de jóvenes poetas -hoy convertidos en núcleo fundamental de nuestra literatura contemporánea-, como Federico García Lorca, Emilio Prados o Gabriel Celaya, habría que añadir que fue un azar enamorado de su circunstancia, pues aquella idea fundacional de «aunar las artes y las ciencias» y el reconocimiento de la poesía como «la voz articulada capaz de cantar el sentido de nuestra institución», que animaba a Jiménez Fraud, fue rápidamente seguida por otras voluntades, entre las que merece la pena destacar las de Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Ramón María del Valle Inclán y Manuel Machado. El autor de El Cristo de Velázquez vería la primera edición de sus ensayos publicada bajo el sello de la Residencia, y Machado sus Poesías completas, en una colección al cuidado personal de Juan Ramón Jiménez. La convivencia de generaciones junto al despertar intelectual y estético de los jóvenes generó un ambiente que iba mucho más lejos de los entonces amplios límites de la Colina de los Chopos. Lecturas, tertulias, proyectos de futuro que reunían a Rafael Alberti, Jorge Guillén, Manuel Altolaguirre, José Bergamín, Vicente Aleixandre, Concha Méndez, Dámaso Alonso, Pedro Salinas y tantos otros. Lo que hoy los manuales de literatura reconocen como la generación de 1927, y -con un mayor criterio, no sólo de amplitud sino de justicia intelectual- como la Edad de Plata de la cultura española, tuvo uno de sus asientos, acaso el principal, en los abiertos márgenes de la Residencia de Estudiantes: en ella confluyeron los hombres del 98, la llamada generación del 14, con Ortega de manera singular, junto a los más jóvenes. La voluntad de apertura al exterior, a cuanto de innovador y valioso se pudiera acercar a los estudiantes, tuvo también su aportación en la creación poética: visitantes como Paul Valéry, Paul Claudel, Louis Aragon, Teixeira de Pacoães, Blaise Cendrars o Max Jacob, entusiasmaron y nutrieron a los jóvenes residentes. Quizás sea Rafael Alberti, en su Arboleda perdida, quien mejor ha reflejado aquel ambiente que ahora evocamos: «Otras veces, bajo los chopos y adelfas del jardín, o en su habitación [de Federico García Lorca], eran los desafíos poéticos, la lectura de los nuevos poemas. Por allí resonaron, recién escritos, los de Presagios, el libro inaugural de Pedro Salinas, y los de Cántico, de Jorge Guillén; por allí dije yo con la timidez del más joven, canciones de mi Marinero en tierra». Cuando en 1988 Rafael Alberti regresa a una recuperada Residencia de Estudiantes para leer sus versos, cincuenta años después de su salida de España por la Guerra Civil, retornaba con él la memoria de toda una generación. De esta manera, volvió a abrirse la casa de la poesía a los poetas. «Poesía en la Residencia», una iniciativa de la Asociación de Amigos de la Residencia de Estudiantes, acogería en adelante a todas las generaciones de poetas españoles y prestaría una especialísima atención a la poesía hispanoamericana, sin olvidar el espíritu cosmopolita de la cultura que aconseja escuchar a las otras lenguas y maneras de expresión. «Para el poeta y el universitario de tradición liberal que llegaba a la edad de conciencia durante los años de la posguerra civil, la leyenda y el recuerdo de la Residencia de Estudiantes simbolizaron siempre la España perdida y posible a la que uno se sentía vinculado»; estas palabras, escritas por Jaime Gil de Biedma en el libro de firmas de la Residencia, resumen claramente el espíritu con el que se vivían aquellas primeras sesiones en las que, a continuación, intervinieron los poetas José Ángel Valente, Ángel González y Claudio Rodríguez. «Ésta es la residencia de los poetas, la residencia de los artistas y uno de los lugares donde se creó ese gran renacimiento de la cultura española, que tanto influyó, no solamente en la Península, sino también allá, en América. Por primera vez, después de un siglo, la cultura española tuvo una influencia decisiva, profunda, fundadora, en la América hispana, especialmente, creo yo, en México»; así se expresó Octavio Paz en la primera de sus tres lecturas en la Residencia en 1989, año en el que también leyó su compatriota José Emilio Pacheco. La presencia de la gran poesía hispanoamericana será, desde entonces, una de las características que mejor definen y diferencian el ciclo «Poesía en la Residencia». En 1992, coincidiendo con la designación de Madrid como Capital Cultural Europea, la Residencia acogió las Tribunas de Poesía, patrocinadas por el Consorcio Madrid Capital Cultural. Desarrolladas en diferentes semanas del año, dieron comienzo con un homenaje a Luis Rosales, que contó con la presencia del poeta, y en el que participaron, entre otros, Carlos Bousoño, José Hierro, Antonio Martínez Sarrión, Pablo García Baena, Manuel Padorno, Antonio Gamoneda, José Manuel Caballero Bonald, Claudio Rodríguez y Francisco Brines. Inolvidable Enrique Molina, su palabra mágica, su inteligente inocencia, su bonhomía vertida como licor en su mirada. «Cuando llegué -dijo- sentí la extraña sensación de estar en una isla cargada de una gran fuerza espiritual, un lugar en el que todo, los jardines, el silencio, parecen conjurados a intensificar los poderes del intelecto, de la poesía y de la imaginación.» Antes había leído sus poemas Álvaro Mutis, quien desde entonces mantiene una relación constante con esta casa [véase Residencia n.º 2], y tras él llegó el autor de Las hermosas, el chileno Gonzalo Rojas, que habría de ser, para la mayoría, un descubrimiento que no tiene fin. Él sería, seis años más tarde, en 1996, el primer Poeta en Residencia, una nueva modalidad de estancia, más prolongada, que permite la realización de actividades como talleres de creación, cursos y, en general, una relación más amplia con otros ámbitos de la cultura española. Este mismo año vendría el primer poeta peruano, Carlos Germán Belli, quien abrió con su lectura la puerta a una de las tradiciones nacionales que más habrían de aportar al ciclo: Emilio Adolfo Westphalen, Javier Sologuren y Blanca Varela, le darían continuidad en 1991 y 1992. El autor de Bajo zarpas de Quimera, Emilio Adolfo Westphalen, participó ese mismo año en una mesa de poetas hispanoamericanos a la que concurrió por primera vez la poeta argentina Olga Orozco, autora de La oscuridad es otro sol, que ha reiterado su visita en otras dos ocasiones. El conjunto de poetas hispanoamericanos que han leído su obra en la Residencia acoge hasta el presente también los nombres de Gastón Baquero, Roberto Juarroz, Manuel Díaz Martínez, Antonio Cisneros, Eliseo Diego, Raúl Zurita, Claribel Alegría, Roberto Fernández Retamar y Gabriel Zaid, entre otros. La poesía española, además de los nombres ya citados, ha estado presente en todas sus generaciones y de la manera más plural, siendo protagonista de lecturas tan singulares como la realizada por Francisco Pino (Valladolid, 1910), quien leyó en la Residencia por primera vez de manera pública su obra en 1991. También de poco habitual cabría calificar la lectura de Joan Brossa, celebrada ese mismo año, y el primer contacto de Tomás Segovia con la Residencia, cuando impartió un seminario sobre La Araucana de Alonso de Ercilla. La enumeración de todos los autores españoles en las distintas lenguas de la nación que han participado en «Poesía en la Residencia» sería tan prolija que quizá baste citar, a modo de índice generacional, algunos nombres: Luis Piñer, José Antonio Muñoz Rojas, Joaquín Gurruchaga, Antonio Gamoneda, José Manuel Caballero Bonald, Ángel Crespo, María Victoria Atencia, Pere Gimferrer, Antonio Martínez Sarrión, Clara Janés, Alex Susana, Bernardo Atxaga, Luis García Montero, Jaume Pont, Ramiro Fonte, Andrés Sánchez Robayna, Jon Juaristi o Luis Antonio de Villena, entre otros. La atención prestada a poetas de otras áreas lingüísticas, especialmente a los poetas de lengua inglesa y francesa, consiguió en estos años acercar a la Residencia obras de autores centrales en sus tradiciones. En 1992 intervino el poeta norteamericano John Ashbery en una semana dedicada a la memoria de César Vallejo, que contó a su vez con la participación del poeta brasileño Haroldo de Campos. Ese mismo año el poeta inglés Charles Tomlinson pudo celebrar en la Residencia su reencuentro con Octavio Paz, con quien mantiene una fuerte amistad, que incluso se había plasmado en un libro en común. De lengua francesa, el primero en participar fue Philippe Jaccottet, poeta, traductor y ensayista, al que seguiría Yves Bonnefoy, quien además impartió un seminario sobre poesía moderna titulado Trois sonnets qui changerent la poetique (et un quatrième). Edoardo Sanguineti, Valerio Magrelli y Tonino Guerra han sido los poetas de lengua italiana que han intervenido hasta el momento. En lengua portuguesa ha leído en dos ocasiones Nuno Judice. Además de las lecturas personales, «Poesía en la Residencia» ha prestado atención a los encuentros, mesas redondas en torno a determinados autores, lanzamiento de revistas literarias y, muy singularmente, a las ediciones de obra completa, como ocurrió con las de Pedro Salinas y Ángel Crespo. Por otra parte, son frecuentes los encuentros de especialistas en determinado autor o período, a la manera del celebrado En torno a la obra de José Ángel Valente, en el que participaron Jacques Ancet, Giorgio Agamben y Emilio Lledó, entre otros, y cuyas ponencias fueron posteriormente publicadas. La extensa nómina de autores que han intervenido en «Poesía en la Residencia», de la que este artículo es sólo una muestra, proporciona una idea del criterio de pluralidad en la actividad cultural. Gracias a la poesía, gracias a la apertura de criterio hacia el acto de creación que es la palabra poética, la Residencia ha permanecido también fiel a sí misma, acercando generaciones, tendencias y tradiciones creadoras en un proyecto en marcha que hunde sus raíces en los orígenes de esta casa. |