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Pensar
el futuro de Europa
Manuel Pernas
Representantes del llamado Grupo Tánger –colectivo intelectual enfocado al análisis de las tendencias del mundo contemporáneo– se reunieron en la Residencia de Estudiantes los pasados 5, 6 y 7 de noviembre. Este foro, organizado por la Fundación Marcelino Botín en colaboración con la Residencia, fue coordinado por Francisco Jarauta, catedrático de Filosofía de la Universidad de Murcia. Intervinieron Joaquín Estefanía, director de opinión del diario El País, Javier de Lucas, catedrático de Filosofía del Derecho, Ricardo Petrella, economista, Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, Carlos Berzosa, catedrático de Estructura Económica de la Complutense, Sami Naïr, director del Instituto del Magreb de París, y el ensayista y actual alcalde electo de Venecia Massimo Cacciari. |
Francisco Jarauta abrió las sesiones con una referencia al contexto en que surgió el Grupo Tánger, a principios de los noventa, en una Europa convulsionada por la guerra de los Balcanes. Las discusiones del grupo «nacen con una clara intención intervencionista» y pretenden formular propuestas de futuro para un continente en el que están surgiendo «nuevas formas de poder, no transparentes, que se corresponden con los grandes centros de control económico». Bajo estos presupuestos y la posibilidad de buscar «una identidad europea» se planteó el debate. Joaquín Estefanía denunció la falta de interés de los gobiernos «y oposiciones» de las naciones europeas por fortalecer el debate político, «como si la unión monetaria fuese la meta final» en el proyecto unitario. «Hay una gran incertidumbre en cuanto al futuro.» Parafraseando a la escritora Viviane Forrester y su libro El horror económico, recordó que «en un tiempo de exuberancia financiera, hay algo peor que ser explotado: no serlo», o lo que es lo mismo, estar parado. En opinión de Estefanía, estamos en un mundo en el que la economía crece de forma autónoma, al margen de la situación de estas bolsas de excluidos. Javier de Lucas propuso una reflexión sobre los conceptos de «cosmopolitismo» y «pluralismo cultural». Según Lucas, la Europa de hoy padece lo que denominó el «síndrome de Atenas»: un deseo latente de parecerse a su referente ideal, la democracia ateniense. Al igual que ésta en su momento, Europa estaría cayendo en el error de «aislarse de los bárbaros» de más allá de sus fronteras. El futuro pasa por llegar a «una democracia pluricultural en la que se respete realmente el pluralismo». Para Javier de Lucas hay un punto de cinismo en achacar toda la culpa al nacionalismo. El discurso cosmopolita, si se construye exclusivamente sobre la negación del nacionalismo, puede resultar igual de excluyente y etnocentrista. Dos discursos, según Ricardo Petrella, han marcado la retórica europea de los últimos años: el de la revolución científica y tecnológica y el de la mundialización. «La mundialización», como «conjunto de procesos por los que todo el sistema de producción se enfoca en una modalidad concreta», puede llegar a ser «un mecanismo para la negación del sentido». La «mundialización» no se presenta «como opción aconsejable, sino obligatoria, a la que es necesario adaptarse». Según el economista, el proceso anterior «ha expropiado al continente», haciendo que conceptos como la «supranacionalidad», o la «ciudadanía europea» queden vacíos. En esa misma sesión, el periodista Ignacio Ramonet hizo suyo el diagnóstico de Petrella sobre «la dictadura de la mundialización» para completarlo con otro igualmente pesimista sobre «la dictadura de la comunicación». Para Ramonet, existe un tópico que «nadie denuncia» y que es el de que «hay que comunicar más», «que la salvación pasa por la comunicación». Pero «hoy la información está contaminada» y los medios de comunicación lo son también «de la desinformación y la manipulación». El catedrático de Estructura Económica Carlos Berzosa centró su intervención en la denuncia de las consecuencias más negativas del proceso de mundialización. «El capitalismo —apuntó Berzosa— ha perdido su ímpetu de crecimiento» y «la desigualdad crece cada vez más». Para ilustrar sus palabras recordó los datos de un informe de la onu según el cual hoy habría «más de 1.300 millones de pobres, de los que 800 millones son pobres y hambrientos». «La ineficacia de las recetas tradicionales», como la desregulación o el puro crecimiento económico, llevan a Berzosa a preguntarse si no «habría que repensar si el reparto del empleo y la reducción de la jornada laboral no son medidas tan malas». La última sesión de Pensar el futuro de Europa tuvo como protagonistas a Sami Naïr y Massimo Cacciari. Según Naïr, la actual situación, «en la que el mercado define lo que es o no Europa», tiene su origen en «la necesidad de superar la Segunda Guerra Mundial». Este hecho, junto con «la aparición de los Estados Unidos como actor para estabilizar Europa», crearon una situación nueva en el continente, que se vio obligado a apoyarse «en lo único que podía, la vía de la cooperación económica». En consecuencia, vivimos en una Europa «enfrentada al sur, con una triple oposición, demográfica, económica y religioso-cultural». Cacciari llevó la discusión al terreno filosófico, recurriendo a los mitos clásicos para especular sobre la idea de Europa como archipiélago «en el que cada isla es distinta y tiene su propia identidad», «pero que juntas forman un todo en busca de un logos común», algo que las une. «La Europa de los últimos tiempos es el intento de imponer la hegemonía de una isla», que hoy día estaría en el norte, «en donde se marca la pauta desde hace dos siglos». La solución para Cacciari se encontraría en una reivindicación del concepto griego de xenos, el extranjero, contemplado como «aquel con quien me cruzo y con el cual me relaciono, al cual acojo e intento comprender». |