REVISTA

Último número
Números anteriores

1 2 3
 
4 5 6
 
7 8 -

Jefe de Redacción:

José Méndez

Comité de redacción:

Belén Alarcó
Santos Casado
Manuel Rodríguez Rivero
Salomé Sánchez

Fotógrafos:

Joaquín Amestoy
Alfredo Matilla

Corrección de textos:

Antonia Castaño
Lola Martínez de Albornoz
Salomé Sánchez

Diseño:

Área Gráfica

Maquetación:

Natalia Buño
Celia Gª-Bravo

Fotomecánica:

DaVinci Impresión:
Artes Gráficas Luis Pérez

Depósito Legal:

M. 4.793-1997

Edita:

Amigos de la Residencia de Estudiantes
Pinar, 23. 28006 Madrid.
Tel.: 91 563 64 11
Copyright©1999
Fundación Residencia de Estudiantes

Testigo de excepción

Arturo Reverter

 

Es menudo, despierto y vivaz. Asombra en él la perpetua e inquisitiva mirada y el continuo jugueteo de sus pupilas tras las gruesas gafas. Sonríe siempre, con aire de complicidad o con sorprendida ingenuidad. Es Joaquín Nin Culmell, toda una historia viviente de la música, nacido en Berlín en 1908; un hombre dotado de una prodigiosa memoria que recuerda, con pelos y señales, las mil y una peripecias de su longeva existencia. Desde 1939 vive en California, donde ha ocupado hasta hace poco una cátedra de la Universidad de Berkeley. Durante una de sus estancias en la Residencia pudimos conversar con él.

Siempre se ha considerado un músico del siglo xx, abierto de mente: «He ido con mi tiempo; ni vanguardia ni retaguardia. De las dos posiciones claves que hay en toda época, la que va hacia adelante, a veces no se sabe adonde, y la que explora lo ya descubierto, yo me pronuncio por ésta.» Alejado ya de Europa por aquellos años, no participó en los movimientos postseriales operados en Darmstadt. Lo que no significa que en su momento no prestara atención a las técnicas dodecafónicas schoenberglanas. «Desde el principio escuché estas nuevas experiencias, incluso obras del período atonal de Schönberg como Pierrot lunaire. En aquellos instantes me estudié detenidamente la partitura de Erwartung. Verla en el teatro, cuando se me había olvidado todo lo que había leído, fue una auténtica experiencia. Es la ventaja de la escena: te da otra dimensión.»

Concede gran importancia a la tradición sobre la que en parte descansaba la música española de los años 20 y 30, con la que pronto tomó contacto. Junto a su conocimiento de ella y sus conexiones con el impresionismo y el Grupo de los Seis, pudo abrirse ante él un ancho campo ocupado por Antonio Soler, canciones picarescas y líricas del xviii (editadas por su padre), Guerrero, Victoria (actualizados por él mismo). A lo que hay que añadir el Cancionero de temas populares de Felipe Pedrell, de enorme relevancia en su obra y en la de otros autores hispanos. «No sé si he llegado a conseguir la síntesis de todos esos elementos, en lo que me vi encauzado por Falla, que me hacía escribir de acuerdo con las formas tradicionales de carácter universal. Y me decía: "tienes que dominarlas: luego ya veremos". No hay música sin este conocimiento previo. Y, en mi caso, tampoco sin un contacto con el folklore.»

De la relación con Falla, iniciada en el París de los veinte tiene muchos y sustanciosos recuerdos. Por ejemplo, el curioso sentido del humor del compositor gaditano. «En una ocasión, de acuerdo con su hermana Mari Carmen, que tenía ese sentido aún más desarrollado, me vestí de sacerdote, me puse una barba postiza, los lentes oscuros de don Manuel y una almohada en la tripa y me presenté como enviado especial de Arzobispo de París, hablando sobre la traducción al castellano de un catecismo avanzado en el que Falla estaba muy interesado. No se dio cuenta de nada hasta que me quité el disfraz. Y lo más sorprendente es lo bien que se lo tomó. Tanto que estuvo riéndose durante varios días. "Ésta sí que ha sido una broma bien hecha", decía.»

En el exilio Nin coincidió con Salinas, Guillén, Salazar y otros ilustres intelectuales, todos ellos integrantes del grupo que los García Lorca denominaran Miguel Burí. «Siempre he tenido la ilusión de volver, pero nunca pude hacerlo por cuestiones económicas. A veces se me entreabrieron ciertas puertas. Toldrá, por ejemplo, hizo gestiones para que me nombraran en 1956 director de la Orquesta de Bilbao. Cuando me di cuenta de que me pagaban al año lo que yo ganaba en un mes en California, decidí que no era en absoluto rentable.»

A estas razones materiales sin duda básicas, hay que unir el espíritu libre e independiente de Joaquín Nin Culmell: «Nunca me ha gustado que me digan lo que tengo que hacer. Y por eso no quise saber nada del régimen de Franco. Siempre he querido estar alejado de la política. En este ámbito no tengo ideas ni muy inteligentes ni muy adelantadas. Soy simplemente músico. Mi arma de libertad ha sido siempre la música: en mis recitales de piano daba permanentemente un programa que se llamaba 5 Siglos de música española, donde incluía, entre otros, a Cabezón. Fue la única propuesta política que formulé a mi manera.»

Estilísticamente, este vigoroso anciano, que aún sigue componiendo, se considera poco amigo de experimentos. «No he abrazado nunca el dodecafonismo, como ya apunté antes, bien que lo haya practicado a mi modo, prudentemente en mi ópera La Celestina. Pero puedo disfrutar escuchando una obra serial, si es buena. Espero que esta obra sobre la obra de Rojas, que escribí hace ya veinte años, pueda representarse alguna vez. En un diálogo entre Melibea y el coro apliqué un método contrapuntístico en el que ahora trabajo bastante: superponer la misma linea melódica pero en movimiento contrario. También estoy investigando la técnica de los espejos en los Estudios de Chopin: traslado la mano derecha a la izquierda e invierto los intervalos. Se obtienen resultados curiosísimos...»