Último
número
Números anteriores
1 | 2 | 3 |
4 | 5 | 6 |
7 | 8 | - |
Josep
Pla, el periodista
Carlos Sentís
La Residencia de Estudiantes y la Biblioteca Nacional, con la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas (MEC), conmemoraron el centenario de Josep Pla (Palafrugell, 1897) en un ciclo de cuatro mesas redondas. La Residencia acogió los días 4 y 5 de junio los debates en torno a «Pla narrador» y «Pla periodista», en los que participaron Eduardo Chamorro, Carlos García Gual y Antonio Muñoz Molina, moderados por Lluis Bonada; y Rosa Regàs, Ignacio Buqueras y Ernest Lluch, moderados por Carlos Sentís, respectivamente. Sentís, presidente del Colegio de Periodistas de Cataluña, traza en el siguiente artículo el perfil periodístico de Pla. |
¿Periodista o escritor de periódicos? No se definiría a Pla llamándole únicamente periodista. En primer lugar, porque cuando empieza a pergeñar escritos sobre un cuaderno –lo que después fue El Quadern Gris– Pla no contempla el mundo de la actualidad ni se interesa por ningún noticiario. Por el contrario, quiere de manera impresionista, captar el pequeño mundo que le envuelve, el paisaje de su entorno: entre el mar y los valles del Ampurdán donde figura Palafrugell, su pueblo, y el «Mas Pla», donde tiene sus raíces y donde morirá. Ante todo Pla intenta encontrar el adjetivo exacto para describir el color del atardecer entre los alcornoques o el cimbrear de los cipreses al soplo de la tramontana. Es, la suya, una prosa poética, aunque le falte la retórica a la que precisamente él, como su maestro Stendhal, quería retorcer el cuello. Cuando va a la universidad todavía no piensa en ser periodista. Pero lo será y pronto, cuando le ofrecen salir como enviado especial hacia los países que emergen de la Primera Guerra Mundial. Sus crónicas son ya periodísticas, sin perder, no obstante, la intención literaria de sus primeros escritos. Espectacular producción El diario de su debut, La Publicitat, anda mal y no le llega el dinero, pero él está ya metido en harina: ha descubierto que sólo en el periodismo podrá obtener, mal que bien, el dinero que le permita vivir. Sus dos primeros libros, Cartes de lluny y Coses vistes, excelentes desde el punto de vista literario, no son otra cosa que una colección de sus artículos mandados desde Escandinavia u otros países y antes publicados tal cual en el periódico. El editor desaparece con las ganancias y Pla no percibe nada por sus libros –de ahí su desconfianza hacia lo que se refiere al mundo editorial–; y solamente cuando pasa de La Publicitat, órgano de un partido minoritario, a La Veu de Catalunya, órgano de la Lliga de Cambó, su economía se hace más estable, si no más boyante. Nunca más Pla se apartará del periodismo. Casi todo lo que escribirá será destinado a periódicos. Las crónicas se reconvertirán en capítulos de libros, o simplemente se encuadernarán. Todas ellas engrosarán su espectacular producción. El castellano de Pla Después de la guerra civil española y, naturalmente, en castellano, escribe con una regularidad de metrómano su larga crónica semanal en Destino. Esto le dará a conocer a lectores de España y del mundo del idioma español que apenas habían leído antes algún que otro artículo en periódicos de Madrid. Algunas de las crónicas de Destino, como «Viaje en autobús», se recogieron en libros que han quedado. Otras se tradujeron al catalán y se han sumado así a su obra completa. Es ésta la sola objeción que me atrevería a apuntar, y ciertamente no es él, en todo caso, el único responsable. Aunque él quiso quedar como «un escritor en catalán» –textualmente así me lo dijo él mismo–, debería haberse dejado en original gran parte de lo escrito en castellano. Puede que su castellano no fuera excesivamente académico, como tampoco lo era demasiado el de Pío Baroja. Pero es su estilo, una modalidad, si se quiere, del castellano, que no tiene por qué ser escrito igual por todo el mundo. Justamente la riqueza de un idioma está en su variedad; cada escritor posee su estilo personal. El castellano de Pla es gracioso, aunque quizá no es centelleante ni posee vivas expresiones arrancadas de la tierra. Pero la traducción de algunas de las mencionadas crónicas realizada por persona ajena –por excelente que sea el traductor– ha de quitarle, a la prosa de Pla, perfume literario, de la misma manera que cualquier producto natural no es exactamente el mismo cuando ha pasado por una cámara frigorífica. Época de Madrid Una de las épocas en que Pla se ajusta más al periodismo propiamente dicho fue durante la prerrepública y la II República en Madrid. Era corresponsal de La Veu de Catalunya y seguía a diario la vida parlamentaria, especialmente la desarrollada por los diputados de la minoría catalana, encabezada por Francesc Cambó. Algunas de sus crónicas están escritas sobre la marcha e incluso dictadas por teléfono. Tienen casi todas ellas, sin embargo, atisbos del Pla escritor. De su época de Madrid aparecerán dos libros, puesto que, al margen de sus reseñas periodísticas, tomó algunos apuntes, especialmente en los días de la proclamación de la República: cosas vivas observadas a menudo en la misma calle sin volumen para ser, en aquel momento, material cronicable. Su época de Madrid ha sido, naturalmente, polémica. En todo caso, el libro que escribió en Roma, bajo los auspicios de Cambó pero que después publicó Destino, Historia de la II República española, probablemente no figurará en sus obras completas. Reproduce demasiados discursos pronunciados en momentos más dados a la oratoria que a realizaciones o precauciones gubernamentales. Después de la guerra, que vivió tan azarosamente como la inmensa mayoría de españoles de su generación, Pla mantiene una independencia política en su máximo posible. Encerrado en el «Mas Pla» –y cafés ampurdaneses–, se dedica a escribir sobre su entorno, generalmente rural, y sobre la vida que pasa, aunque tampoco disimuló su desconfianza hacia el socialismo –de varios matices– que apuntaba. Si su admirado Stendhal escribió, antes de morir, que no sería leído hasta pasados cien años, Pla, al cumplirse los cien años de su nacimiento, no ha tenido que esperar nada para ser leído. Antes de la celebración del centenario sus libros han sido leídos incluso por las nuevas generaciones. Pla no ha pasado, después de morir, por el purgatorio que han conocido otros importantes escritores. |