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Fundación Residencia de Estudiantes

Los primeros pasos de la ecología en España, de Santos Casado de Otaola

José Manuel Sánchez Ron

Coedición de las Publicaciones de la Residencia de Estudiantes y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. 520 pp. PVP: 2.200 ptas.

¿Qué es, o debería ser, la historia de la ciencia? Aparentemente, la respuesta a esta pregunta es difícil. La historia de la ciencia, como toda historia, debería pretender reconstruir la esencia del pasado, y hacerlo de manera asequible para cuantos más, mejor. He dicho «esencia del pasado», porque no se trata, naturalmente, de recuperar todo, absolutamente todo, aquello que haya sucedido, con puntos y comas. Semejante empresa sería, aparte de imposible, tan horrible como aburrida, indeseable en suma. Por ello es importante limitarse a la esencia, término éste, por supuesto, profundamente subjetivo y, en cualquier caso, suficientemente amplio como para que no sea pequeña la labor del historiador.

Un mundo más real

En la historia de la ciencia todavía sucede con demasiada frecuencia que se considera que la esencia son las grandes teorías, las grandes instituciones o los grandes personajes. Los Galileo, Newton, Darwin, Pasteur, Einstein, la física aristotélica, los Principia, la nueva nomenclatura y teoría de la combustión química, la mecánica cuántica, el descubrimiento de la estructura del ADN, la Royal Society, el laboratorio Cavendish y un largo etcétera.

Ocurre, no obstante, que el mundo del pasado suele ser, como casi siempre pasa, más simple y mundano (sin perder por ello originalidad) de lo que muchos piensan. Y los historiadores «generales» ya hace mucho que se han dado cuenta de ello (recuérdese, por ejemplo, la «escuela de los Annales» y la historia local). Sin embargo, en la historia de la ciencia ese mundo intelectual no se encuentra aún completamente desarrollado.

Y precisamente es debido a tal hecho que son particularmente bienvenidas obras como Los primeros pasos de la ecología en España, de Santos Casado, a través de la cual nos enfrentamos con un mundo mucho más real que otros mucho más conocidos y estudiados.

Una ojeada, incluso superficial, a este magnífico libro mostrará a cualquier lector la gran variedad de cuestiones que recorre. Instituciones como la Estación de Biología Marina de Santander, el Real Gabinete de Historia Natural y el Jardín Botánico (unificados en 1819 en el Real Museo de Ciencias Naturales), el Instituto Español de Oceanografía, el Laboratorio de Hidrobiología de Valencia, el Cuerpo de Ingenieros de Montes, el Instituto Central de Experimentación Técnico Forestal, la Sociedad Linneana Matritense, la Sociedad Española de Historia natural, la Sociedad Aragonesa (Ibérica a partir de 1919) de Ciencias Naturales, o el Laboratorio de la Fauna Forestal Española. Y personajes como José Pérez Maeso, Eduardo Reyes Prósper, Odón de Buen, José Gogoza, Celso Arévalo, Emilio Huguet del Villar o Joaquín María de Castellarnau, el autor de obras como Estudio ornitológico del Real Sitio de San Ildefonso y sus alrededores.

Constituye un aire fresco en el no siempre saludable –y aún menos novedoso– escenario de la historia de la ciencia española encontrar una obra que, además de ser profundamente respetuosa con las técnicas y métodos de la historia más rigurosa, se centra en cuestiones que involucran términos como zoogeografía, biología marina y de las aguas continentales, geobotánica o limnología, y temas como el porqué de la limitada recepción inicial en España de las ideas ecológicas (no sería –nos explica Santos Casado– hasta la segunda década de nuestro siglo, establecida la ecología en otras naciones, cuando comenzasen en la nuestra los primeros intentos de introducir los estudios ecológicos).

Para comprender la historia

Sabemos muy bien que los problemas medioambientales, la progresiva y aparentemente implacable reducción de biodiversidad en nuestro planeta, constituyen una de las mayores preocupaciones humanas de este fin de milenio. En este sentido, es apropiado y profundamente satisfactorio celebrar la aparición de obras que sitúan, con rigor, el universo de las disciplinas, técnicas, intereses e instituciones entroncadas con la ecología en un contexto histórico. De esta forma, no sólo conoceremos mejor la complejidad y el atractivo de ese universo, sino que seremos más conscientes –dolorosamente conscientes– de todo aquello que atente contra él. Aunque sólo fuera por ello, ya habría que dar las gracias al autor de este libro. Si, además, ha puesto en nuestras manos un refinado útil para comprender mejor la historia –social, política, institucional, cultural y científica– de España, las gracias deben ser por partida doble.