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Los narradores españoles en el fin de siglo
Foro de debate para la novela española
Manuel Rodríguez Rivero

Con cinco generaciones en activo –la primera representada por novelistas como Torrente Ballester (1910) o Cela (1916), y la última, por jóvenes menores de treinta años–, la narrativa española goza en estos últimos años del siglo xx de una reconocida vitalidad. Por otra parte, desde mediados de los años 80, cuando el mercado editorial comenzó a experimentar un proceso de concentración que todavía está lejos de finalizar, se ha venido produciendo paulatinamente una especie de reconciliación de los narradores con su público objetivo. Los años 80 contemplaron la aparición de una novelística más encarnada en las preocupaciones de una sociedad que había experimentado el dramático cambio que supuso el paso de una dictadura a un régimen de normalidad democrática: cambios reflejados en diferentes prioridades en la escala de valores y en la convivencia, en la manifestación sin trabas de las diferentes identidades nacionales y las lenguas vernáculas, en el sistema productivo, en un mayor acercamiento al disfrute del ocio y de la cultura, en la concepción de las relaciones entre los sexos y en la espectacular incorporación de la mujer a todos los ámbitos de la vida social. Una sociedad que, como han expresado algunos críticos y muchos narradores, se aproxima a la literatura más dispuesta a entregarse al placer de la lectura y, eventualmente, al disfrute de la anécdota.

Se leen ahora más novelas españolas que nunca; las listas de ventas proporcionadas por diarios y suplementos culturales mantienen durante muchas semanas a autores españoles en sus primeros puestos, a menudo por delante de autores extranjeros de bestsellers apoyados por costosos lanzamientos internacionales; la narrativa española suscita debates y polémicas entre críticos y lectores: nunca como ahora la novela escrita en España había estado en boca de la gente. El papel social del novelista también se ha modificado, como lo demuestra su presencia, como columnista y creador de opinión, en los principales diarios nacionales, o su mayor participación en debates mediáticos y foros nacionales e internacionales.

La proyección exterior de esta eclosión novelística es, también, significativa. Incluso en mercados tradicionalmente refractarios a la penetración de nuestra narrativa, como son el británico o el norteamericano, los novelistas españoles han conseguido en los últimos años una estimable presencia que se revela tanto en las cifras de venta como en la atención que le dedica la crítica especializada.

Pero, al lado de estos hechos, la nueva situación de la narrativa española –la escrita, como es evidente, en todas las lenguas del Estado– ha suscitado problemas e interrogantes de compleja respuesta. Para muchos, el mercado actúa como elemento distorsionador de la calidad literaria, imponiendo desde los medios a determinados autores o creando artificialmente gustos o modas literarias. Hay quienes afirman que muchos narradores han situado la búsqueda del éxito y de la fama en el primer objetivo de su trabajo. Se pone en tela de juicio el papel de la crítica, o se critican duramente las preferencias, o la «linea», de tal o cual suplemento literario. Se polemiza acerca de la concentración editorial y los efectos que pueda ejercer sobre pequeñas o medianas editoriales con catálogos más literarios o, simplemente, más arriesgados y experimentales. Se lamenta el escaso conocimiento y difusión que el resto del país tiene de la literatura escrita en las lenguas oficiales distintas al castellano.

El ciclo Los narradores españoles en el fin de siglo se inició en 1995 como actividad permanente en la Residencia de Estudiantes, precisamente para dar respuesta a estos y otros interrogantes, trasladando el protagonismo a los propios narradores y al público lector y, como era inevitable, a lo largo de las diecisiete sesiones del ciclo las respuestas han sido tantas y tan variadas como distintos los planteamientos de cada uno de los narradores invitados.

Concebido como un foro de debate y discusión, la programación intenta, más que reflejar adscripciones a escuelas o preferencias concretas, ofrecer una panorámica de los distintos planteamientos con que los escritores de nuestro tiempo, sea cual sea su edad, su lengua de origen o su concepción del arte de contar historias por escrito, enfocan su trabajo. La finalidad del ciclo no es otra, por tanto, que la de presentar, dando la voz a los escritores, una visión lo más completa posible de la narrativa española en este final de siglo. Una panorámica que, sin embargo, no estaría completa sin la participación de un público que, en el debate posterior a la presentación, siempre ha demostrado con sus preguntas y observaciones que la novela –y sus autores– constituye parte importante de sus intereses como ciudadanos.

Hasta la fecha han participado en este ciclo, por orden de aparición, Javier Marías, Rafael Chirbes, Luis Magrinyá, Almudena Grandes, Antonio Muñoz Molina, Juan José Millás, Belén Gopegui, José Mª Guelbenzu, Menchu Gutiérrez, Eloy Tizón, Enriqueta Antolín, Clara Sánchez, Gustavo Martín Garzo, Manuel Rivas, Miguel Sánchez-Ostiz, Luis Landero y Bernardo Atxaga. Narradoras y narradores ya consagrados o que se encuentran en distintas fases de consolidación y madurez de su obra literaria, todos ellos con un pensamiento literario elaborado y distintas opiniones acerca del trabajo del escritor. Y, lo que es más importante, con muy variadas ideas acerca de cómo debían plantearse su propia participación en este ciclo.

Relación más creativa

Algunos no tuvieron inconveniente en leer textos en proceso de elaboración –desvelando claves significativas de su composición–, o relatos especialmente escritos para su actuación en la Residencia. Otros prefirieron volver sobre una obra ya publicada para analizar, a modo de pequeño taller literario, aspectos que le ocasionaron problemas durante la composición del relato o diferentes puntos de vista acerca de la naturaleza de tal o cual personaje. Hubo quien se acomodó perfectamente al guión siempre abierto del coordinador del ciclo. Y ha habido, también –y felizmente–, quienes se saltaron cualquier planteamiento inicial para establecer un tipo de relación más creativa con el público que acudía a su intervención. Manuel Rivas, por ejemplo, autor de una de las más sólidas obras de la literatura gallega de ahora mismo, sorprendió al auditorio improvisando, tras una intervención en la que quedó patente su negativa a establecer divisiones entre los géneros, canciones sobre los poemas de O pobo da noite. En cuanto a Bernardo Axtaga, con el que se ha cerrado el ciclo por este curso, se presentó ante el público de la Residencia con una pequeña cuadrilla, compuesta por el músico Javier Muguruza y el actor José Manuel Goikoetxea, para ofrecer un fascinante espectáculo acerca de su propia concepción de la literatura y de su relación con el público.

Diferentes planteamientos, diferentes concepciones de un mismo continuum: el de la novela que hoy y aquí se está escribiendo. Eso es lo que este ciclo pretende llevar al público.