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Fundación Residencia de Estudiantes

Antología poética
de Rafael Santos Torroella
José Méndez

La amplitud de los intereses intelectuales de Rafael Santos Torroella (Port-Bou, 1914), puesta de manifiesto en múltiples ensayos sobre crítica e historia del arte, traducciones, iniciativas de carácter sociocultural y particularmente en el estudio de las vanguardias españolas –Dalí residente, Dalí. Época de Madrid y «Los putrefactos» de Dalí y Lorca, publicados por la Residencia, son buen reflejo de ello– ha ocultado parcialmente su obra de creación más personal, tanto en el ámbito de la pintura como de la poesía. En 1952 Santos Torroella publicó su primer libro de poemas, Sombra infiel, y poco después, en 1956 y 1959, obtuvo los premios Ciudad de Barcelona y Juan Boscán por Hombre antiguo y Cerrada noche, respectivamente.

Su labor poética, iniciada en los años cuarenta, revela un talante lírico muy personal, abierto, más allá de lo que marcaba la época, a los grandes temas de la tradición lírica. Desde Ciudad perdida (1949) Santos Torroella se afirma, en primer lugar, como un poeta culto que sostiene un soterrado y particular diálogo con los clásicos. Clásicos que han vuelto a tomar voz en el romanticismo alemán del que Santos Torroella se declara en sus versos, no seguidor –que ahí podría estar la servidumbre–, sino, de alguna manera, rescatador, en una época abocada al silencio de las almas en favor de lo concreto y cotidiano –sello de su tiempo junto a la llamada poesía social.

El ámbito poético de Santos Torroella deja fuera lo anecdótico y asume dos caminos: el de los sentimientos que protagonizan la vida del hombre, tratados en su dimensión más profunda, pero sin confundirla con la abstracción, y el del silencio consustancial al propio ejercicio de las palabras. En el preliminar a sus versos, «Poética in nuce», que acompaña esta antología de su obra constituyendo una clara y contundente declaración de principios, Santos Torroella define el principio rector de su manera de hacer: «Esencia es totalidad, nunca pormenor acumulado; centro, no dispersión». Es cierto que Wordsworth, también citado allí, estaría de acuerdo, pero no en mayor medida que Heine.

En Obra Poética –libro coeditado por las Publicaciones de la Residencia de Estudiantes y la Editorial Visor de Poesía, cuya aparición ha tenido amplia repercusión en la prensa–, el lector hallará, en selección del autor y precedidos por un prólogo de César Antonio Molina, poemas de Las palabras, Los amantes, Ciudad perdida, Altamira, Nadie, Poemas del avión, Sombra infiel, Hombre antiguo, Cerrada noche, Pensar con las manos y Cuaderno de Panticosa; un recorrido completo por la creación de un autor que viene a ser ejemplo de la insuficiencia de la acotación generacional, superada, como en este caso, por voces que, en disidencia con la estética dominante en su tiempo, se singularizan a través de un compromiso personal con lo más intemporal y definitivo de la creación poética.