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Promesa
de Futuro
Alberto Jiménez Fraud |
"HABLAREMOS DE ESTO DENTRO DE CINCUENTA AÑOS", solía yo responder, poco después de 1910, cuando fieles amigos de la Residencia, comentando los primeros pasos felices de nuestra institución, trataban de convencerme de que debíamos hablar públicamente de lo que ellos llamaban nuestros éxitos. Ahora, en este año de 1960, se cumple el quincuagésimo aniversario de nuestra fundación: es el año en el cual creía yo que todos los Residentes reunidos podíamos volver los ojos al camino recorrido, examinar la obra hecha y juzgar si los esfuerzos realizados eran dignos del programa al que la Residencia, en el momento de su creación, había prometido sujetarse, ofreciendo consagrar a él una devoción animada por un entusiasta impulso. Lejos estábamos en aquellos años de pensar que nuestra obra, nacida en la propicia atmósfera liberal que en España y en Europa entonces se respiraba, había de quedar truncada. Era una atmósfera afirmativa de los principios democráticos, y creyente de que un pueblo entero podía participar de la vida política, si el sentido de la cosa pública estaba difundido ampliamente, y si la educación preparaba al gobierno del Estado por medio de la discusión y de la persuasión –las cuales llevan consigo un poder moralmente regenerador, que infunde vida y hace fructificar las instituciones, y que puede conducir a un nivel de moral pública capaz de afirmar normas de conducta política cercanas a las que rigen, o todos creemos que deben regir, las relaciones privadas. Se abrigaba en aquellos años la esperanza de lograr un acercamiento al ideal del Estado tolerante y respetuoso con las diferencias individuales, con la libertad de las opiniones y con la independencia de los ciudadanos; del Estado no opresivo, y dispuesto a aumentar en lo posible el grato disfrute de la libertad. Ideal bellísimo, pero frágil: por las condiciones de independencia, generosidad, amplia inteligencia, austera conducta y esforzada vigilancia que dicho ideal exige de quienes se entreguen a su servicio; por la natural oposición que despierta en todos los individuos y grupos privilegiados; porque las armas de discusión y persuasión que maneja, sólo muy lentamente pueden abrirse camino; y porque está expuesto a los continuos ataques de dogmáticas definiciones, o a los violentos empujes |
de impaciencias reformadoras, que con sus opuestos e infecundos métodos de opresión y de revolución, logran malograr los mejor dirigidos y más nobles esfuerzos. [...] Esperemos, pues, el final desarrollo de nuestra empresa. Volvamos amorosamente los ojos a nuestra Colina de los Chopos. (Por ella discurre aún el canalillo, y allí viven –me dicen– las adelfas de Juan Ramón; y se elevan muchos chopos, en recuerdo de nuestros poetas; y el pabellón de laboratorios, que trazó Flórez, sigue levantando sus nobles torres, frente al banco del duque de Alba; y en aquel rincón del claustro, sigue plantada la higuera que Marcelino –obtenido el permiso de nuestros arquitectos Domínguez y Arniches– plantó en el Auditorium, admirado por el arquitecto Lutyens; y los cuartos de Moreno Villa, Juan Ramón, García Lorca y Unamuno –por nombrar sólo a los desaparecidos—, aunque perdida su encalada austeridad, pueden aún avivar en nosotros recuerdos suyos.) Sí, volvamos allá los ojos; no lamentando una esperanza perdida, sino con ánimo confiado de que la brillante promesa se cumplirá en lo futuro. Que los residentes repartidos por el viejo y el nuevo mundo, dediquen en este año de nuestro Cincuentenario un especial recuerdo a aquella Colina, donde, con el pensamiento fijo en los mejores ejemplos de nuestra España, quisimos volver a esa tradición crítica y razonable, moderada y tolerante que estima que sólo en una atmósfera de amplia formación puede florecer la dignidad humana. Esa es la tradición en que creció la Residencia, y a la que se acogieron sus más ilustres colaboradores. [...] La emoción liberal que nos guiaba no persiguió principios absolutos (cuya falta de confines se presta a la vaguedad de las aspiraciones y a la imprecisión de las acciones), sino que se limitó, y se limita, a restaurar las necesidades básicas humanas de libertad y de razón, las cuales sólo deben disfrutarse dentro de los límites muy exactos supuestos por la ley. [...] Extracto del texto «Cincuentenario de la Residencia de Estudiantes (1910-1960). Palabras del Presidente de la Residencia, Alberto Jiménez Fraud». Oxford, 1960 (edición privada). |