
Aunque
en los primeros meses de la guerra Altolaguirre perdió tanto
a su hermano Luis como a su hermanastro Federico, ambos fusilados
por los republicanos, el malagueño se mantuvo siempre fiel
a la causa de la República. Colaboró con versos de
urgencia en
El Mono Azul, el boletín de la Alianza
de Escritores Antifascistas, que también lo nombró
director del Teatro Español. Si bien ya era autor de tres
obras teatrales inéditas —
Amor de dos vidas
(1932),
Entre dos públicos (1933-1934) y
Castigadme
si queréis (1933-1934)—, ahora, apoyado por varios
de los actores de La Barraca, se estrenó como director escénico,
llevando varias obras de Cervantes a los frentes cercanos a la capital
española.
En el invierno de 1936 se trasladó a Valencia, donde se incorporó
al grupo de poetas y artistas que a partir de enero de 1937 había
de editar
Hora de España: Juan Gil-Albert, Arturo
Sánchez Barbudo, Ramón Gaya, Luis Cernuda, Emilio
Prados y Arturo Serrano Plaja, entre otros. Además de esta
revista, Altolaguirre imprimió diversos volúmenes
con motivo del Congreso Internacional de Escritores Antifascistas
(Valencia, 1937): la antología
Poetas en la España
leal y los libros
Bajo tu clara sombra y otros poemas,
de Octavio Paz,
Momento español, de Juan Marinello,
y
España: poema en cuatro angustias y una esperanza,
de Nicolás Guillén.
En Valencia, Altolaguirre prosiguió su carrera teatral. En
enero de 1937 estrenó su obra
El triunfo de las Germanías,
escrita en colaboración con Bergamín. Más tarde,
con motivo del congreso, dirigió la puesta en escena de
Mariana
Pineda, de García Lorca. En julio de 1938 se incorporó
a filas en el frente de Aragón, desde donde imprimió
el diario del XI Cuerpo del Ejército del Este. En agosto,
ayudado por Juan Gil-Albert, editó la hoja literaria
Granada
de las letras y de las armas en un taller instalado en el Monasterio
de Gualter. En noviembre empezó a trabajar en la antigua
imprenta del Monasterio de Montserrat, donde editó la revista
Los Lunes de El Combatiente (1938-1939) y los libros Cancionero
menor para los combatientes (1936-1938), de Emilio Prados,
España
en el corazón (1938), de Pablo Neruda, y
España,
aparta de mí este cáliz (1939), de César
Vallejo.
En los primeros días de febrero de 1939, física y
moralmente deshecho por la guerra, Altolaguirre abandonó
España. Tras cruzar la frontera fue a parar a un campo de
concentración en Perpiñán, donde sufrió
una crisis nerviosa. Gracias a la intervención de la Asociación
de Escritores Antifascistas de Francia, al poco tiempo logró
reunirse en París con su esposa y su hija. En marzo, con
la ayuda de Paul Éluard, Pablo Picasso y otros amigos residentes
en la capital francesa, los Altolaguirre escaparon de Europa e iniciaron
un exilio que los llevaría primero a Cuba y luego a México.