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alberti sobre los ángeles

XIII

Ni que decir tiene que la concepción vulgar del ángel, la risueña, la cariñosa, es conocidísima de todos. Aquí está. (Proyección: Murillo.) Es la menos espiritualista posible; el ángel que no podía ser cuerpo es aquí sólo eso, cuerpo incipiente y en capullo, cuerpo redondeadamente sensual y terreno. Éste es el ángel que podíamos llamar universal, el de las grandes tiradas en color, el de la estampita, la monjita y el chiquillo, el de los seres ingenuos. Pero no es nunca el ángel de Alberti. Si le he mostrado es justamente como ejemplo de lo contrario, para llevar a ustedes a un concepto artístico del ángel y decir en seguida: pero no esperen nada de esto, sino la interpretación cabalmente opuesta. El mundo angélico de Alberti es un mundo de mares de vinagre y cielos de azufre (son sus palabras). Los ángeles que le pueblan son ángeles turbios, pajizos, coléricos, de ceniza. Ángeles errabundos, ni buenos ni malos, ángeles de las ruinas, o ese delicioso ángel tonto, el más angélico de todos. Espíritus de seis alas pululando entre hachas, entre relámpagos y hieles y, de cuando en cuando, una sola nota tierna y penetrante: un ángel bueno. En vez de aquel halago a los sentidos, en vez de unos ángeles tranquilizadores que nos descansen y nos protejan, unos ángeles inquietantes y extraños, perdidos entre las cosas diarias, sin tierra y sin paraíso. Creo que ninguna preparación mejor para este libro de Alberti que la visión rápida de una formidable realización plástica de ángeles de este tipo que nos ofrece la España medieval en sus famosos Beatos. […] Ángeles bárbaros, torpes, vigorosos, enviados de las fuerzas oscuras y terribles. Ángeles para temblar. Ángeles torpes que parecen caminar a tropezones, pesados como piedras, con unas alas rígidas y metálicas. […] Y ángeles de formas extrañísimas como estos espíritus de seis alas que insinúan extrañas alusiones a cuerpos de pájaros o de peces, mientras otros ángeles morenos, asomados a ese redondel, contemplan, se deslizan irremisiblemente. ¡Qué lejos estamos del concepto plástico del ángel de Murillo, el que di por el ser más vulgar de todos, el del ángel intelectual de Botticelli, el del ángel rosado, lechoso, floreal, de los prerrafaelistas italianos. Estos ángeles españoles tienen luego, mucho más tarde, un eco en otro pintor de reminiscencias medievales y orientales, en el Greco. (Proyección.) He aquí unos ángeles suyos, feos, desgraciados, pero en los que se ve, y qué claramente, el espíritu. (Proyección.) He aquí este terrible ángel, muñeco o espantajo, fantoche o lo que sea, del Apocalipsis. Y ya en el camino que nos acerca, falta muy poco, a la poesía de Alberti, encontrémonos aún con un ángel de un pintor de hoy, un ángel geométrico (Proyección: Chirico), esquemático, verdadero prodigio porque no tiene ya ni espíritu ni cuerpo, este ángel de las matemáticas que puede ser muy bien El ángel de los números.

Fragmento de la conferencia de Pedro Salinas en la Residencia de
Estudiantes con motivo de la lectura de Sobre los ángeles por
Alberti. La Gaceta Literaria, núm. 49, 1 de enero de 1929.
En Manuel Bayo, Sobre Alberti,
Madrid, CVS Ediciones, 1974, págs. 123-124.
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