Todo esto lo sabe, o es como si lo supiera, Rafael Alberti, cuando con un rigor matemático de precisión, su pasión ardiente (inteligente) encuentra y mide en su poema las más exactas —y por eso las más admirables, maravillosas— relaciones imaginativas. Lo que son las cosas: poesía. Rimbaud afirmaba lo mismo, más puerilmente; y un poco menos seriamente: más literario que poético (como Lautréamont o Corbière o Schwob).
Ante el libro de Alberti, Sobre los ángeles, las mismas Iluminaciones palidecen: y la Estación o Temporada infernal del angélico adolescente iluminado, parece menos vigorosa, menos real: menos poética. De tal modo Alberti ha logrado precisar sus visiones imaginativas: de tal modo, apocalíptico, dantesco y un poco también baudelairiano: es decir, exacto: real, poético. De modo más perfecto, o del único modo perfecto: el real absoluto, el poético puro. La poesía de Alberti adquiere, de este modo, sitio excepcional y distinto: como la de Bécquer o San Juan de la Cruz en lengua española. No podrá encontrarse, probablemente, a este nivel espiritual en España ningún otro nombre de poeta.